Capítulo uno

21.7K 1.3K 923
                                    

Habían momentos varios de mi vida en los que simplemente quería desaparecer y dejar de ser una carga para... todo el mundo, en general.

Uno de esos momentos, fue cuando lo vi partir. Sí, estoy hablando de Chad.

En ese instante, sentí cómo se rompía algo dentro de mí, no sabía lo que era, pero sí sabía que las cosas no volverían a ser como antes. Y tenía razón, porque no pude parar de pensar en él por casi más de dos años. De hecho, yo sabía que era demasiado el pensar en él todos los días, pero no podía evitarlo. En mi cabeza, siempre me preguntaba cómo estaría, qué hacía o con quién estaba. Un par de veces pasó por mi mente el llamarle o escribirle a alguien más para preguntar por él, pero no lo hice.

Me obligué a mí misma a respetar su decisión, por más difícil que resultara para mí.

Y es que él cumplió con su palabra, porque desde el momento en el que lo vi yéndose, no volví a saber nada de él o de su vida. Vi a uno de sus hermanos en la calle y me saludó un tanto incómodo, pero ninguno de los dos tocó el tema "Chad".

   
—Ya llegué —canturreó y alcé la mirada, encontrando a Spencer dejando su mochila en el suelo de nuestra habitación.

Se acercó a la cama y se acostó a mi lado, rodeando mi cuerpo con sus brazos para atraerme a él.

—¿Qué tal el día? —preguntó.

—Agotador —respondí suspirando.

—Bueno, yo hoy atendí a un niño que se fracturó el brazo porque se resbaló al pisar la pelota de futbol —sonreí—. No puedo creer que existan personas así.

—Es un niño.

—¿Quién se para en una bola por accidente? —rió y al ver que no lo acompañaba en su risa, se detuvo— ¿Te sucede algo?

—No. ¿Por qué preguntas?

—No sé, te he sentido diferente estos últimos días —confesó—. ¿De verdad no hay nada de lo que quieras hablar? ¿No estarás ocultándome algo? —negué con la cabeza— Sé que no eres muy comunicativa, pero tú deberías saber que puedes confiar en mí para todo.

—No me sucede nada —traté de hacerle creer.

Él me miró un tanto dudoso, pero al final asintió y simplemente depositó un beso en mi mejilla antes de levantarse de la cama para tomar una ducha.

Yo me acosté de mi lado de la cama y apagué la lámpara de la habitación, dejando todo a oscuras. La única luz que veía, era la que se colaba por los espacios que dejaba la puerta del baño, donde Spencer se estaba dando una ducha.

Poco a poco fui quedándome dormida, cayendo en un sueño, en el cual, por alguna razón que nunca lograré explicar, yo estaba frente a alguien. Sabía que esa persona se sentía mal por algo que yo había dicho o hecho, pero no sabía qué había sido exactamente. Quería hablar con esa persona para pedirle perdón por lo que fuera que yo había hecho, pero las palabras no salían de mi boca y eso empezó a darme una gran ansiedad.

Lo... —le oí decir sin poder reconocer su voz— Lorianne.

  
Pero no podía responderle. ¡¿Por qué no podía hacerlo?!

Lo, mírame. Lorianne... ¡Despierta!

Me senté de repente y me senté en mi lugar, encontrándome a mí misma bañada en sudor. A mi derecha, estaba Spencer, mirándome con miedo. Miedo de mí no, miedo de lo que sucedió.

—¿Qué soñaste? ¿Te sientes bien? ¿Quieres un vaso de agua? O mejor te tomas algo caliente que te ayude a dormir. Te gusta el té, ¿cierto? —preguntó rápidamente.

Regresa Otra VezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora