05. Junto a ti.

15 0 0
                                    

05. Junto a ti.

Había llegado el día en el que Dámaris vendría a Travos, tenía que comprar algunas cosas en el mercado de Ferten, el más grande de todo el reino y era allí donde habían quedado para verse.

Zarco había estado suplicando a su padre que le dejara salir del castillo, éste había conseguido que los Guardianes no permanecieran en su reino, dándole así un poco de libertad a su hijo aunque a cambio había prometido que éste no saldría del castillo. El joven príncipe había tenido suerte de encontrar a su progenitor de buen humor, por lo que había obtenido el permiso para salir al mercado. El brazalete tenía un hechizo mágico que permitía rastrear al joven en todo momento por lo que por más que escapara lo encontrarían aunque les llevara un tiempo, porque solo se podía activar una vez al día y duraba unas horas.

Zarco se vistió con uno de sus mejores trajes, unos pantalones de seda color marrón, una camisa del mismo material de color blanco, una capa también marrón y unos zapatos oscuros. Se peinó un poco y perfumó, algo bastante típico de la realeza y salió a la calle.

Siempre que salía a la calle los ciudadanos de su reino le rendían respeto, eran pocas las veces que salía sin protección pero de igual forma jamás había sentido la necesidad de tenerla. Pero todo parecía haber cambiado, todo el mundo le miraba con miedo en los ojos, se podía notar el pánico que todos desprendía cuando pasaba por su lado. No pudo evitar sentirse triste, era igual que su padre, su pueblo estaba reaccionando con él igual que reaccionaba con su padre, le tenían miedo, tenían miedo incluso de mirarle por si en un arrebato de ira los condenaba a muerte o les propinaba un golpe. Odiaba esa sensación, en aquel instante se odiaba a si mismo.

-¡Zarco!-

El joven estaba tan ensimismado odiándose a sí mismo que no se había percatado de que Dámaris estaba justo a unos metros de él. Al escuchar la voz de la muchacha reaccionó. El joven corrió hacia ella y la abrazó con fuerza para después besarla. La gente evitaba mirar con descaro como el príncipe besaba a una elfa en medio de la plaza, algo que Zarco notó.

-¿Has hecho ya las compras?-le preguntó el príncipe.

-Sí.-respondió la joven enseñándole las bolsas que tenía a sus pies.-Volveré algo cargada a la escuela pero vale la pena si puedo estar contigo.-continuó la joven sonriendo.

-Bien, si no te importa vamos a un sitio más discreto.-Zarco cogió las bolsas de la chica con una mano y con la otra la agarró a ella de la mano.-He causado bastantes problemas a mi padre y al reino como para encima dar más que hablar.-

Dámaris comprendió al joven aunque le entristecía aquel pensamiento retrogrado que tenían en su reino. ¿En serio aún quedaban reinos que pensaran que los humanos son superiores a las demás razas? ¿Y que los hijos de Agio poseen más privilegios que los de la magia sobre los otros?  Desgraciadamente si, Dámaris lo había podido comprobar de primera mano, Zarco antes era así, él antes creía que su raza era superior y que él como mago era mejor que cualquier otro que no poseyera tal don. Ahora parecía ser más tolerante aunque la joven no podía estar segura de que el cambio había sido por completo.

En silencio Zarco la metió por un callejón a paso rápido, para después llegar a una amplia calle y detenerse frente a un hostal.

-Aquí lleva mis padres a sus amantes, son discretos y no dirán nada.-Zarco se giró hacia su chica y le sonrió amablemente.-Con la cantidad de propina que les da es lógico que ni vean, ni oigan.-

Ambos jóvenes sonrieron por aquella frase que el chico había dicho. Aunque ciertamente a Zarco le repateaba ir a aquel lugar porque era donde su padre quedaba con las miles de fulanas con las que se acostaba manchando el nombre de su madre, sabía que era el mejor sitio para que Dámaris y él pasaran un rato juntos sin levantar ampollas entre los ciudadanos del reino.

Réquiem:RedenciónWhere stories live. Discover now