—¿Qué hay de vos? —bromeó Erica y le dio una palmadita en la espalda.

Él se rió y al hacerlo sus ojos se rasgaron.

—Yo no debo bailar, pero si me tocara hacerlo por esa cantidad de dinero, olvidate, me convierto en Baryshnikov.

Erica sintió pena de esa mujer que era regañada por no poder hacer correctamente los pasos y posiciones. Era imposible de aprender ballet en solo dos semanas.

—Cuando termines, ¿podrías entrenar conmigo? —propuso Erica, y Chris giró enseguida a verla, sorprendido.

—¿No entrenabas con el estúpido de Sabatini?

—Sí, pero siempre termina muy rápido y quedo con ganas de más.

Chris levantó una ceja.

—¿Estamos hablando de entrenamiento?

Erica comenzó a reírse con ganas, tuvo que cubrirse la boca para no molestar a los demás con su carcajada.

—De entrenamiento, de otra cosa no sabría decirte.

Chris la miró en silencio por un instante, estiró su mano hacia Erica y la apoyó sobre su hombro, como una especie de caricia. Como si le costara demostrar afecto de verdad.

—Todo lo que decidas hacer con él, que sea con mucho cuidado —dijo, mirándola fijo—. No confíes en nadie de Mörder, ni siquiera en él. ¿Sí? Y lamentablemente no puedo ayudarte a entrenar, pero si querés aprender más, te puedo dar un consejo.

Ella lo miró con curiosidad y asintió como respuesta, esperaba que Chris le diera buenas ideas para mejorar. Él en solo un año se había vuelto muy bueno, y muy respetado.

—Andá a esa punta —señaló una sección del gimnasio donde pocos se acercaban—, no mucho, solo lo suficiente. Andá ahí y observá a los locos.

—¿A los locos? ¿Es en serio?

—Sí, es en serio. Los locos son incluso mejores que los profesionales, la única diferencia es el tipo de arma que usan.

Con muchas dudas al respecto, y sintiendo que Chris no intentaría engañarla o hacerle daño, se acercó a la zona donde entrenaban los locos. Se sentó en el suelo con la espalda apoyada en una pared, y se dedicó a observar a esa gente.

El Loco no estaba allí, según ella había escuchado, nunca entrenaba junto a los demás. Sin embargo, sí podía ver a otros de su clase, quedó fascinada con los movimientos de una chica. Era rápida, era fuerte y muy exacta. Parecía una acróbata, porque saltaba y hacía volteretas para arrojar sus cuchillos a un blanco. No erró ni uno solo. Le pareció hasta artística la manera en que se movían.

Notó que los locos eran más espontáneos, parecían guiarse por su instinto y no por secuencias de pelea. Podían prever fácilmente un ataque, incluso mejor que los profesionales.

De repente se oyó un grito, la mujer con el pañuelo en el rostro –que entrenaba a los elegidos para la misión– la tenía sujeta del cuello a la número dos, la llenó de todo tipo de insultos y degradaciones, con una pistola apuntándole en la sien.

—¡Gastamos mucho dinero por esta misión! —le dijo con asco—. ¡Y no sos capaz ni de hacer un paso bien! ¡¿Dónde está la excelencia que se nos prometió?!

Erica sintió pena por esa chica, y al igual que otros en el gimnasio decidió irse de allí. Nadie quería ser parte del problema, porque nadie quería perder la vida. Salió lo más rápido que pudo en dirección al comedor, era cerca del mediodía y tenía hambre.

Sonrió al ver a su hermana junto a esa amiga, Thamma. Las veía reírse juntas, parecía que se llevaban muy bien. Quiso acercarse a ella, pero notó que Martín, el representante de los novatos, se acercó a ellas y conversaba animadamente con su hermana. Demasiado animado. Hablan muy cerca uno del otro y se miraban fijo. Decidió, entonces, no acercarse para no incomodarlos.

Mörder [ COMPLETA ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora