Hilo rojo

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Se miraron fijamente. Él, la recorrió de pies a cabeza, intentando encontrar a aquella niña que había dejado un verano y recordar sus caricias, que ahora parecían tan lejanas. Ella, buscó sus ojos, esos ojos almendrados color canela, en aquella tez tostada. Hasta que se encontraron sus miradas. Se acercaron. No sabían que decirse, ni que hacer. Se acercaron más, hasta que los suspiros del otro, se volvieron su propio aire..... 

Por fin la tenía frente a mi. Como tantos años atrás, quise tenerla. Quería gritarle que no la pude olvidar, que nada de lo que le ocurrió a su hermano era mi culpa, y que aún, quería cumplir todas esas promesas que algún día le dije. Porque decirle, que la amaba con el alma, sería poco. 

Estaba distinta. No solo era su cabello, ahora más canela que antes, sino lo que llevaba bajo el vestido. Ese vestido azul, que le dejaba ver su abultada guatita. 

Quizá, ahora tenía esposo. O quizá, quien sabe, una casa a la orilla de la playa. Talvez más hijos, o quizás no se había graduado de periodismo y ahora era chef. No sé, podía ser tantas cosas, pues el tiempo deja más huellas de las que realmente uno puede ver en las personas. Lo único que sabía, es que tras esa nueva Amanda, estaba la mía. La de su familia, la de Baradeiro. La verdadera. Y quizá, en ella, aún había un destello, de lo que antes sentía por mi.

Entré al mismo vagón que ella. Pasé por su lado. La rocé. Primero, como de casualidad. Después, le tomé levemente la mano. Temblaba. Pero no se asustó, ni se alejó. Vi correr unas lágrimas por sus mejillas.

Quería decirle al oído todo lo que sentía, desde que ella se fue de mi vida. Explicarle como habían pasado las cosas. Decirle que ni un solo minuto, había dejado de pensar en ella. Que me negaba a superarla, a olvidarla, a dejar de extrañarla.

Estuvimos varias estaciones uno al lado del otro. No me miraba. Era como si se negara a creer que me tenía cerca de nuevo. Quizás me seguía odiando, tanto, o más que antes, aunque por sus ojos, diría que alguien como ella, es incapaz de odiar a alguien. 

Se bajó en la última estación. Yo tendría que haber bajado cinco estaciones más atrás. Pero no fui capaz. No quise. No quería dejarla otra vez.

La seguí. Ella, caminó firme, sin detenerse. Sin voltearse a mirar, sin hablar. 

Hasta que se detuvo.

Nos quedamos mirándonos. Quizá solo segundos, pero para mí, fue como si hubieran sido años. Todos los años en que no pude verla. Era como si el tiempo se hubiese detenido, y el fondo no fuera una estación de metro, sino, el carnaval donde la conocí. Ella, con su sonrisa angelical, yo vuelto loco, como un adolescente, no sé si por sus ojos, por su boca, o por esa manera que tenía de morderse los labios cada vez que se ponía nerviosa, o como se tocaba el pelo, cuando quería coquetear.

No aguanté las ganas, y le tomé las manos. 

Se echó a llorar. La estreché a mi, y nos mantuvimos así, abrazados, estáticos, envueltos uno en el otro. 

- Si no te amara tanto, te habría matado hace tiempo... Me dijo intentando contener las lágrimas.

- Y si yo no fuera inocente, no te tendría abrazada como te tengo....

Me miró confundida.

- Amanda.. Seguí. Yo no tuve nada que ver con lo que paso, te lo juro. Ni siquiera te hubiese podido mirar a los ojos, de la vergüenza, del asco, que hubiese tenido de mi mismo.  

- Yo... Tú, estabas... Mi hermano...

- Te voy a demostrar todo lo que significas para mií

Y la besé. Como nunca. Como si no hubiera tiempo. Como si la vida se me fuera de las manos. Como si fuera, la última vez que la vería. A toda prisa, pero con el amor, que nunca dejé de tenerle. 

Le prometí que le contaría todo, pero que tenía que estar dispuesta a enfrentar cosas, que quizá, no le gustaría saber. Y que, por sobre todo, tenia que confiar en mí. 

- Dame una oportunidad. La que me negaste hace años, dámela ahora.

Aceptó. Nos prometimos muchas cosas, ilusionados, emocionados, con un gusto a esperanza, y a unas ganas locas de vivir un presente con el otro.

Una vez, oí una leyenda acerca de un hilo rojo del destino que unía a las personas. "Si están destinadas a estar juntos, aunque tomen caminos separados, siempre volverán a encontrarse"

Nunca creí con tanta fuerza en eso. Si había un hilo rojo, ese, era el que yo tenía con Amanda.





Ruleta RusaWhere stories live. Discover now