XIII. Forgive me

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Desde que Guren acepto su extraño sentir hacia Shinya las cosas se tragiversaron de forma considerable en su vida diaria, ya no sé quejaba de la cercanía, ya no discutían por el contacto, a veces inclusive afianzaban sus manos y en un impulso entrelazaban sus dedos, eran amigos y todo mundo sabía que eran cercanos, pero había tanto que no sabían también.

Un ejemplo era que tanto Guren como el pequeño Yūichirō se habían estado quedado en el apartamento del Hīragi debido a la persuasión del último aludido.

Otro ejemplo era que ambos se quedaban con Yuu hasta que el chiquillo de ojos cual bosques durmiera, le contaban un cuento, lo arropaban y se quedaban junto con él hasta que el no tan pequeño muchacho se durmiese.

Siempre les repetía que ya era muy grande para esas cosas, pero en el fondo les agradecía a ambos.

Guren y Shinya inclusive dormían juntos, aunque toda la noche se limitaba a eso, dormir, algo que nadie más sabía y en verdad no importaba, ellos estaban conformes con eso y no tenían porqué divulgar nada, era un dulce acuerdo tácito.

Oh, rutina, dulce rutina.

La telaraña tejida que se esmeraban en mantener se derrumbó cuando una mañana Guren y Shinya hacían juntos el desayuno, una mañana tranquila, un adorable Yūichirō durmiente, café y la compañía mutua en delantal, todo era perfecto, hasta que terminaron.

—Termine —canturreo el ojizarco.

Su voz resonó en la cocina, sus rosados labios se habían mantenido concentrados en cantar mientras meneaba las caderas al ritmo de sus tarareos, y Guren que en esos momentos acomodaba la mesa, pudo sentir el agujero de aire en sus pulmones que ahora parecían bombas de vacío, no podía respirar y por más que intentaba no lo lograba, sus pulmones se habían vuelto una cámara hermética, el cautivador Shinya le robo el aire.

Aquel día dio rienda suelta a sus sentimientos, un segundo de descuido con la guardia baja, y sus sentimientos pillaron la oportunidad a velocidad del sonido, porque ni el mismo comprendía lo que sucedía hasta que su cerebro reaccionó.

Estaba besando a Shinya.

Joder estaba besándose con su mejor amigo.

El hombre albino dejó caer la cuchara que sostenía y al igual que Guren, se dedicó al disfrute del beso, sus manos viajaron a las caderas contrarias y acariciaron la espalda baja del azabache haciendo círculos con sus largos dedos, Guren no esperaba ser correspondido, pero sentir la caricia de los labios contrarios le hizo tirar su razón contra el vendaval de emociones que le comenzaba a embargar, su razón fue aplastada sin piedad, y, pronto se encontró moviendo sus manos en una caricia que comenzó en la espalda baja de Shinya y que terminó en el cuello del de tez pálida mientras se daba el lujo de enterrar sus dedos en el sedoso cabello del Hīragi.

Si pudiera escoger una emoción para describir el momento no sabría que decir con exactitud, porque en ese momento todo en su interior vibraba en un revoltijo de emociones, pero lo más cercano era la felicidad, estaba feliz de que el hombre al que estaba besando fuera Shinya.

Shinya ahogó un jadeo en la boca contraria al sentir la rodilla de Guren entre sus piernas y había que recalcar subiendo de forma peligrosa, en un no tan claro intento de resistencia empujo al azabache contra la barra de la cocina, aunque estando tan enredados sólo empiujo al Ichinose quien terminó por poco encima de la misma.

Textos『Gureshin』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora