Tercera Parte

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"Es hora de que hables, Justin. Lo quieres hacer, ¿Por qué tienes miedo?"

"No tengo miedo"

 

 "Entonces, cuéntame tu historia. No te lo pido como una psicóloga, imagina que soy una persona cualquier que te encuentras en un parque, a veces ayuda contar nuestra historia a los desconocidos."


"Es imposible que imagine que eres una desconocida cuando tienes una grabadora allí y una nota de apuntes en la mano, pendiente a todo lo que digo, sacando tus conclusiones para luego hacérsela saber a mis padres, que por cierto, me hace sentir ridículo que le des detalles a ellos. Soy un adulto."


"Me parece bien, la única razón por la que a veces hablo con tus padres sobre ti, es porque ellos te aman y quieren saber como estas realmente. No es algo para sentirse avergonzado. Todos tenemos claro que eres un adulto. ¿Y sabes qué?- ella se levanta y apaga la grabadora, cierra su nota de apuntes y lo deja sobre el escritorio junto al bolígrafo, él la mira confusa- tienes razón."


"¿Qué haces?"  le pregunta mientras la mira acomodarse sobre la silla de forma más informal


"Ahora solo estamos tu y yo, confía en mi. Bueno, si quieres no. Sólo habla de ti, cuéntame que pasa por tu cabeza."

 
"¿Qué quieres que diga?"

 

"Lo que quieras. ¿Cómo comenzó todo? Dime tu historia."

Él la mira, dudando, pero en el fondo lo desea. Quiero hablar con alguien. Lo extraña, hace tanto que no se sienta con una persona que parezca normal a cual contarle que pase, hablarle sobre su pasado. Y entonces se suelta, e intenta relajarse mientra relata todo: 

 No te mentiré diciendo que en mi casa tenía una vida dura para justificar lo que hacía, ya sabes, sólo fue en broma, al principio quería probar, quería saber lo que se siente. Tenía 16 años y todos mis amigos la habían probado, decían que la marihuana era genial, que te hace alucinar y yo… quería saber que se siente con eso. Me gustó. Así que seguí.

 

Poco después fue a más, era capaz de pasarme todo un día fumado, siempre tenía un poco de hierba encima, me creía genial, era “guay” era popular, mis amigos y yo éramos una especie de dioses, o al menos eso nos creíamos. Y cuando digo mis amigos, digo la gente que pensé que lo eran porque me ayudaban a conseguir, porque me mostraron más, me colaba en fiesta y lo pasaba realmente en grande, perdía la noción del tiempo. Mi familia no lo sabía. O quizá se hacían los tontos, no lo se.

- Cariño, ¿ de donde vienes a estas horas?- me preguntó mi madre
- De por ahí, mama- yo huía de su mirada, no quería que note mi estado y comience a subir las escaleras
- Eso no es una respuesta que dar a tu madre- intervino mi padre, serio y casi a la defensiva. Me detuve a mitad de camino sin darme la vuelta para mirarles.
- Es obvio que estuve con mis amigos, dando una vuelta por ahí, ningún lugar en concreto. 
- Oh, esta bien, cielo. ¿Tienes hambre o has comido…
- Mama deja de joder, me voy a mi habitación y punto- la sentí dar un respingón detrás de mi. No solía hablarle así. No se hacia una idea de que solo era el principio.
- ¡Ten mucho cuidado con lo que dices!- me gritó mi padre
- No estoy hablando contigo- no dije nada más. Seguí rumbo a mi habitación, mientras les escuchaba murmurar sobre mí.

Mi padre se pasaba la mayor parte del tiempo enojado conmigo, no siempre fui así, pero creo en el fondo que él sabía lo que sucedía conmigo. Sabía que su hijo de sólo dieciséis años iba por el  peor camino posible.

 

Yo vivía otra realidad, me alejaba de ellos, no eran parte de mi mundo. La gente con la que solía ir se alejó. Yo los alejé, pero no me importaba. Siempre contaba con otros, siempre estaban allí los que consumían igual que yo, ellos eran parte de mi mundo y creí que eso era bueno. Ellos me entendían, veían las cosas como yo, disfrutaban como lo hacía yo.

 

Pasaban días sin que yo llegará a casa, sin pasarme por el instituto, sin hablar con mis padres, hermanos, sin… mi chica. No se como fui capaz, porque ella era todo para mi. Pero me alejé, simplemente me cegué por ese mundo.

 

"¿Cuál consiguió ponerte realmente loco?"

 

La primera vez que probé LSD fue increíble, en realidad casi no lo recuerdo, pero cuando volví a la realidad yo estaba en una orgia, así que supongo que fue genial.

 

Justin hace una pausa y ríe bajo.

Mi chica me pilló, entonces dejó de ser tan fantástico. Ella parecía realmente jodida, y me dio una patada en los huevos, realmente dolió, pero sabía que lo merecía. Los que se hacían llamar mis amigos me dijeron que ella era una perra y que no entendía nada. ¿Y sabes qué? Les creí.

 

Pensé que ahora era completamente libre, podía acostarme con quien sea, me gustaba ser de esos chicos que iban con cualquiera, me parecía divertido, me escapaba de casa por la ventana a las dos de la mañana y volvía a las seis y era capaz de levantarme a las siete par a ir clases, algunos de mis amigos no iban, y los que estaban allí realmente no lo estaban.

 

Para mi todo funcionaba.

 

Así como experimente con la marihuana y la LSD, pobre otras cosas que me parecían más alucinantes aún, porque me hacían parecer fuerte, increíble, reía, lloraba, daba igual. Todo estaba permitido.

 

Todo lo que hacía lo achacaba a las drogas y ha sido durante tanto tiempo de esa manera, echando las culpas a otros, pegando porque sí, riendo o llorando por nada, tantos años de esa manera que ahora no se como seguir, no se como actuar. Me siento perdido.

Dope | j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora