[42] Incómodo

4.6K 501 58
                                    

Estabilidad. Era lo único que pedía en ese momento.

Mi vida se había convertido en un vaivén de emociones, un constante tira y afloja con el destino. Nada en mí desbordaba estabilidad. Era un desastre. Completamente.

Pero sobre los labios de Oliver todo era diferente.

Sus suaves movimientos, el ligero gusto a mis lágrimas saladas, sus manos aún sosteniendo mi brazo... Me sentía firme, de pié. Pero también como si, en cuanto me soltara, caería rodando por una colina.

La chaqueta de Oliver, aún en mis brazos, fue deslizándose lentamente hasta caer al suelo, pero a ninguno nos importó. Él clavó un poco más sus yemas en mi piel, y un escalofrío me recorrió toda la espalda. Se sentía tan bien, pero al mismo tiempo como probar del fruto prohibido...

Nos separamos. Respiraciones entrecortadas, pensamientos enredados. Ya nada era totalmente claro.

Me alejé un paso, sin dejar de verlo a los ojos. Esos ojos... Me alejé otro paso.

—Lou... —dijo, suavemente.

Negué con la cabeza, y por fin desvié la mirada.

—P-Perdón.

No podía formular una oración coherente. Así que hice lo que todas las chicas valientes como yo harían.

Me di media vuelta y huí.

Escuché cómo me llamaba, pero no me importó. Caminé rápidamente, y cuando salí del salón de la piscina corrí hasta que los zapatos me hicieron doler los piés. Ignoré las lágrimas que bañaban mi rostro. Sólo me detuve frente a la puerta de la habitación, unos minutos después. Me metí, y cuando cerré la puerta me permití serenarme. 

Mi cabeza daba vueltas. ¿Cómo podía volver a mirar a Oliver a la cara? Él no sabía lo sensible que era yo con los besos. Para mí ninguno de los pocos besos que había dado en mi vida significaba "un simple beso". Todo significaba algo.

Me quité los zapatos y me apresuré a cambiarme mi ropa por la de dormir. Estaba segura que Oliver no iba a volver. Estaba dándome un tiempo. Me lo merecía, después del largo día que había tenido...

Me metí en la cama, tapándome hasta que mis pestañas tocaron las sábanas. No podía cerrar los ojos, no podía tranquilizarme.

Nos habíamos besado. Y me había gustado. ¿Cómo serían las cosas de ahora en adelante?

Pasé cerca de media hora meditanto, mirando el techo. Mi corazón dio un sobresalto cuando la puerta se abrió. Era Oliver. Inmediatamente cerré los ojos para finjir estar dormida. Él no tenía por qué enterarse de que no podía pegar un ojo. 

Sus pasos se detuvieron cuando pasó por mi cama. Casi lo pude sentir observándome. Cuando comprovó que yo "dormía", siguió hasta su cama.

Abrí un poco mis ojos en la oscuridad, lo suficiente para poder ver la silueta de Oliver, de espaldas, sentado en su cama, con las manos en en rostro. ¿Estaba sin camisa? Ups, sí. Volví a cerrarlos y me giré, intentando hacer poco ruido.

Necesitaba dormir. 

* * *

No habíamos compartido más que unas simples palabras en toda la tarde. Las simples y necesarias. A la mitad de la noche mi insoportable loro comenzó a quejarse, y enseguida me di cuenta que había olvidado alimentarlo antes de ir a dormir. Me levanté tratando de no despertar a Oliver, para alimentar a Óscar, pero era tarde.

—¿Qué pasa? —preguntó, con voz ronca, desde su cama.

—Nada, olvidé alimentarlo. Lo siento, vuelve a dormir.

Y había sido la conversación más larga que habíamos tenido. A ambos parecía encantarnos el juego de no recordar lo que pasó ayer. Pasamos el día entero en la feria, dedicándonos únicamente a vender los libros y nada más. No le pedí recorrerla, si bien había una parte que ayer no habíamos llegado a ir. Ya no me importaba demasiado. 

El viaje al hotel lo hicimos en silencio, y el trabajo de empacar nuestras cosas para marcharnos prácticamente también. 

Me encontraba mirando por la ventanilla del avión cómo la ciudad se veía desde arriba. Estábamos llegando. Una voz anuncia que todos nos abrochemos los cinturones.

—No tenemos que finjir que no pensamos en eso —suelta él, de pronto. 

Me giro, y lo observo. Está abrochando su cinturon, sin mirarme.

—¿Qué pretendes que hagamos entonces? —suelto. Me salio un poco mas violento de lo que esperaba.

Se queda callado un momento.

—Lo siento. No debí...

—Ya, yo tampoco debí.

Ninguno se animaba a decir la temida palabra. Me volví hacia la ventana.

—Dije muchas cosas anoche, de las cuales algunas me arrepiento... —comencé. Al hablar se formaba una nube de vaho en la ventanilla.

—Como que no te gusta trabajar en mi "estúpida librería" —me recuerda él, con algo de recelo. 

—Lo siento. No lo pienso de enserio. Amo la librería. Solo... estaba un poco alterada... 

—Entiendo. Yo no debí meterme en asuntos que no eran de mi incumbencia. Lo siento.

No pudimos seguir hablando, las instrucciones en varios idiomas que daba la azafata por el altavoz nos interrumpieron. 

Tampoco volvimos a hablar mucho después de eso. Casi fue un alivio cuando me despedí de Oliver para subirme al taxi que me llevaría a mi casa, junto con Óscar y mis maletas.

Llegué a casa agotadísima, y me dediqué a ordenar mis valijas, mis libros nuevos que había comprado en la feria y que moría por leer, y etcétera en su lugar. Entonces recuerdo que Oliver tenía mi misteriosa bolsa de calzones aún en su maleta, para que no me cobraran el peso extra. Le había pedido, cuando acomodábamos las cosas, que la volviera a poner en su maleta. Y mierda. Había olvidado pedírsela.

Era casi medianoche cuando tomé mi celular que había quedado abandonado en la mesa de la cocina desde que había llegado. Iba a mensajear a Oliver, para que mañana me llevara la bolsa que él no sabía que contenía mis calzones, pero me sorprende ver en mi bandeja de entrada un mensaje de él, de hace al rededor de dos horas, casi cuando acabábamos de salir del aeropuerto.

OLIVER: Hola, de nuevo. Sólo te molesto para decirte que tienes unos días libres, para que descanses del viaje. Que los disfrutes, te vendrán bien.

Me quedé unos minutos con la vista fija en la pantalla, especialmente en la frase te vendrán bien. Sí, me vendría bien esquivar a Oliver por unos días, hasta que mis ideas se aclaren. Y sé que a él también. Y he aquí el dilema:

¿Sentíamos algo el uno por el otro?

Cierro con fuerza los ojos. En serio no tenía ganas de pensar en eso ahora, todavía me quedaban muchas cosas que hacer y no era un tema del que pueda organizarme a la ligera. Sin embargo no pude evitarlo. Si algo tenía claro sobre Oliver era que sentía algo así como un odio irracional a su persona. Pero la parte consiente de mí me decía que ese odio no era hacia él, sino al hecho de que me dijera que volviera a escribir. ¡¿Qué necesidad tenía él de meter la nariz en mis asuntos?!

Me dejo caer en el sillón. Estoy cansadísima, sin embargo me quedan aún muchas cosas que hacer. Bueno, al menos tengo unos dias libres. Días de descanzo, dás de reflexión, y lo mejor de todo: días de no ver a esos ojos miel de vuelta.


N/A.

Hola, squad(?

Nota rápida para consultarles una cosa: ¿les gustaría que publicase la sinopsis de una nueva historia? Ya la tengo más o menos pensada, y un par de capítulos escritos, pero quiero saber si les interesaría darme unas opiniones.

Eso era todo, los leo!

-Guada.

Un Auténtico DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora