[20] Logan

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—¿Y, lo has pensado?

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—¿Y, lo has pensado?

La librería Hudson hoy se veía llena de vida. Con la novedad del nuevo libro de Harry Potter, y las nuevas películas, estaba llena de fanáticos disfrazados y niños con varitas rogándole a sus padres por los nuevos libros relacionados a la saga. Si no tuviera que cumplir con un uniforme, había traído mi remera de mi casa de Howgarts.

Me encontraba en la caja, cobrándole a dos muchachas que parecían ser gemelas. Parecían de al rededor de 16.

—Lo siento, le cobro a las chicas y luego hablo contigo... —me excusé con Oliver, algo nerviosa.

—¿Puedes envolverlo para regalo? Cuando llegue a casa quiero fingir sorpresa. Otra vez —dijo una de las gemelas, casi saltando de la emoción.

—Nat, está ocupada —la regañó la otra, refiriéndose a mí—. No te molestes, no lo envuelvas.

—No es molestia —dije, comenzando a envolver con cuidado el libro.

«Mientras mas me tarde, más se retrasará la charla con Oliver» pensé.

Le había dado vueltas al tema centenares de veces, y resumiendo mis dos días de reflexión, había optado por la respuesta afirmativa. No sólo porque, como bien Oliver me había repetido varias veces en estos dos días, el sueldo era mayor, sino porque también pude observar que Oliver estaba... desesperado. Siempre andaba corriendo de acá para allá, dirigiendo a los empleados y manejando las cosas económicas, realizando encargos y etcétera. También cambiar un poco me sentaría bien, hacía casi 4 años que trabajaba en lo mismo.

—Aquí tienen, chicas. —Le extendí el paquete envuelto con el logo de la librería, e incluso un moño.

—Muchíiiiiisimas gracias, señorita —dijo una de ellas, la que estaba ansiosa por que lo envuelva—. Aunque Mamá nos matará si se entera que le robamos dinero para libros. Otra vez.

—Tendremos que buscar algún mercado negro para vender nuestros órganos... —le responde la otra—. ¿Sabes que el cuerpo humano puede sobrevivir con un sólo pulmón? ¿O era con un riñón? Bueno, no sé, pero podríamos...

Y se alejaron hablando del tráfico de órganos.

—¿Ahora sí? —presionó Oliver, quien había estado parado ahí durante mi obra de arte con el papel de regalo.

Me enfrenté a él. Hora de ir al grano.

—Lo he pensado y sí, quiero el nuevo puesto.

Vi la cara de mi jefe iluminarse, tal como un niño en una juguetería o una adolescente antisocial en una librería. Parecía aliviado, como si se quitara un peso enorme de encima.

Casi me abraza.

—¿En serio? ¿Lo dices enserio? —preguntó él. Si no lo conociera, hubiera pensado que estaba por comenzar a dar saltitos.

Un Auténtico DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora