♠ Capítulo 16: Match Point

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Domingo por la tarde

Un golpe seco hace retumbar las paredes. Me anclo con las manos a los muebles de cocina, como si eso fuese a disminuir la opresión en mi pecho. Apenas me entra el aire a los pulmones de la angustia y mis piernas me motivan a salir de mi calmo refugio e investigar que sucede en el pasillo.

—¡Vamos! ¡Hazlo! ¿Qué? ¿Se te pasó la rabia? ¡Dame duro Vernetti, te ofrezco mi nariz!

—No tientes al destino Shomali.

—¡Ja! ¿Aun más? Dejémonos de niñerías ¿Querías ligas mayores? Ven por ellas mal nacido…

Otro golpe seco hace vibrar todo a mí alrededor y el sonido de vidrios quebrándose me hace estremecer. Trato de abstraerme y seguir las instrucciones que me dio Alex pero no puedo, mis pies se mueven solos y sin darme cuenta asomo la cabeza por la puerta hasta el pasillo. Gabriel está contra la pared con Alejandro sujetándolo del cuello de la camisa, fotografías sueltas y marcos rotos los rodean. El vidrio roto refleja los colores de la tarde y mi mano estruja el marco de la puerta. El espacio que los separa es tan pobre que sus narices casi se rozan, Gab es ligeramente más alto que Alex pero aun así pareciera que esos míseros diez centímetros son suficientes para lograr ventaja frente su adversario. No respiran, todo esta estático, detenido en un momento crucial, uno en el cual las miradas de ambos ven más allá de sus ojos hurgueteando cada uno en el pensamiento del otro. Nunca antes vi una conexión tal, porque sea lo que sea que se estén diciendo, la conversación mental que están teniendo es más real que cualquier palabra que yo pueda decir para intentar detenerlos.

Match Point. Este es el punto decisivo. Finalmente llegamos a él. Quien pierda el movimiento lo pierde todo.

¿Cómo fue que llegamos a esto? ¿Cómo es posible que hace solo unos minutos yo estuviese tranquilamente llegando a casa? ¿Cuándo las cosas se tornaron de este color?

Tres días atrás el mundo entero era una broma, éramos yo, mis pecaminosos pensamientos y Gabriel en traje, ahora, somos yo, mi garganta anudada y un par de amigos taladrándose con la mirada. De pequeña siempre quise una maquina del tiempo, luego deje de desearlo, ahora no estoy segura si he vuelto a ser pequeña o he vuelto a desearlo.

Viernes por la mañana.

No soy muy asidua a los deportes en equipo. No sigo ninguno en particular, me cuesta aprender las reglas, no puedo diferenciar un jugador de otro, me complican las motivaciones, entre otros. El único que he logrado entender mínimamente es el tenis, es fácil, con pocas personas y, gracias al cielo, no existe el término posición de adelanto. Yo lo veo como un reto a los nervios. El que se pierde la concentración  primero pierde el punto, es como una lucha de miradas pero con una pelota. Ese afán de los hombres de poner pelotas en todo para mejorarlo.

A lo que voy es que el tenis es un deporte de técnica y tenacidad. Tenacidad tengo, de sobra, pero técnica... de esa me falta.

Mi oponente es G. Vernetti, no se cual será su ranking mundial, ni cuantos U. S. Open habrá ganado, solo puedo hablar por mí, tengo teoría, he dedicado una suma importante del tiempo a documentarme, pero no tengo practica, he jugado un par de amistosos, nada importante, pero puedo asegurar que aunque deje las putas piernas en este partido voy a ganar. Al final ambos queremos lo mismo y nadie va a para hasta que el juez diga match point. Hasta ese minuto solo queda pelotearnos con la mirada fija en la pelota.

 Y hablando de miradas fijas…

—Entonces… ¿En que quedamos ayer? ¡Ah! Ya lo recuerdo…—Gabriel me acorrala entre los muebles de la cocina con sus brazos, atento hasta del más mínimo movimiento de mi cabello, nuestra distancia se reduce a un par de centímetros y su respiración roza mis labios. Lo único entre nosotros es mi pote de fruta. Me llevo el tenedor a la boca y sonrío.

El departamento de salvadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora