Capítulo 17

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No estaba segura si ir hacia allí a esa hora había sido una buena idea porque aparentemente Clarke no estaba en casa, y Raven tampoco, y ahora ella estaba allí en su puerta, con los ojos llenos de lágrimas y esa horrible sensación por dentro. Sabía que debía ser sincera con su familia, pero el miedo había podido más, sobre todo el miedo a que la viesen como alguien débil y estúpida, porque ella, Deborah Griffin, no era ni débil ni estúpida, simplemente había tenido la esperanza de que compartir su vida con alguien iba a funcionar y no lo había hecho.

Se apoyó en la puerta cerrando los ojos. Regresar a Washington se suponía que sería terapéutico. Y si lo había sido. Estar con su familia, volver a ver a gente que hacía tiempo que no veía, había sido fantástico, pero también estaba todo el tema de Lincoln y ella ahora mismo no sabía cómo manejarlo.

Habían tenido una conversación muy amistosa en la cafetería del hospital, y a Deborah le había encantado saber que el chico estaba tan bien, que tenía tanto éxito y que aparentemente vivía con alguien desde hacía dos años. Se había alegrado mucho de corazón, porque lo cierto es que aunque lo que habían tenido no funcionara, el cariño seguía allí.

El problema era, que aparentemente y al menos de parte de ella había mucho más que cariño porque cuando se habían encontrado en aquel bar y Deborah lo había visto con su novia, una despampanante morena de ojos verdes, había sentido una punzada dolorosa y si no se conociera mejor, podía decir incluso que había sentido celos.

¿Pero qué derecho tenia ella de sentir celos cuando había sido precisamente ella misma quien había acabado las cosas? Y había tenido sus razones. En aquella época Lincoln era demasiado intransigente y sus personalidades chocaban demasiado a menudo. Y ella quería irse de Washington porque quería vivir y experimentar, mientras que el chico quería hacer incluso su especialización allí.

Y ese había sido el fin.

Pero nunca habían podido estar separados.

Cada vez que Deborah regresaba se veían y tenían encuentros muy físicos. Porque la atracción sexual que tenían era demasiado intensa y eso lo había comprobado en ese bar, mientras su novia estaba allí y ella solo quería salir corriendo.

Suspiró pensando en que si antes tenía todo un torbellino emocional dentro, ahora con todo esto... solo lo había empeorado. Apoyó la cabeza en la puerta aun con los ojos cerrados. Quizás simplemente debería volver a Minnesota e intentar arreglar su desastrosa vida allí primero.

Giró el rostro cuando escuchó voces y observó como su hermana venia un poco sonriente mientras Rebecca parecía estarle robando besos. Se sintió entonces mal por estar invadiendo la privacidad de su hermanita y lo que supuso era una noche con la odontóloga.

Clarke la miró y sus ojos parecieron sorprendidos.

—¿Deb?—Preguntó confundida, como si estuviera intentando recordar si habían quedado esa noche o algo—¿Estás bien?—Prosiguió luego, alejándose de Rebecca para acercarse a ella.

—Hola—Sorbió un poco sus lágrimas y luego saludó con una mano a Rebecca quien le devolvió el saludo con una pequeña sonrisa amistosa—Yo, eh... siento si interrumpo. Supongo que debí llamar, pero...

—No, está bien—Le dijo Clarke mirándola con preocupación—Ven, vamos dentro—Sacó las llave abriendo la puerta y Deborah se adentró a la casa que su hermana compartía con su mejor amiga.

Era un piso pequeño pero bastante bonito y que estaba en una zona muy tranquila.

Observó un rato después a Clarke acercarse a ella, se había despedido de Rebecca en la puerta y ella había podido escuchar sus murmullos.

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