Capítulo 37

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NARRA LAURA

Saltarme la clase de sociales para planear mi venganza no ha sido una buena idea.

Qué pena que me haya perdido una clase tan interesante.

Me aseguro de que los pasillos estén completamente vacíos antes de salir de los cuartos de baño. Camino entre el silencio hasta la taquilla de mi mejor amiga. Sí, de esa chica a la cual adoro.

Por si no os habíais dado cuenta, me refiero a Lisa.

Giro la cabeza a ambos lados cuando estoy en frente de su taquilla, comprobando nuevamente que estoy sola.

No hay monos en la costa.

Se me hace ridícula esa expresión, no estoy de humor, conciencia.

Es verdad que ya he abierto anteriormente esta taquilla, pero ahora mismo no tengo una horquilla ni nada que me sirva de ayuda.

Cuenta con una clave, de tres números. Pruebo todas las combinaciones que se me pasan por la cabeza. ¿333? ¿321? ¿490? No me sé ni su cumpleaños —a decir verdad tampoco me interesa—, así que puede ser cualquier cosa.

Le pego un puñetazo a la taquilla después de mi vigésimo intento fallido. El metal chirría por el golpe. ¿Y si pruebo a abrirla usando la fuerza?

Cinco minutos más tarde, ya la he abierto. Estaba mal cerrada, así que sólo tuve que dar un par de golpes cerca de la cerradura.

Bien, veamos. Aparte de fotos de chicos en la cara interior de la puerta y mucho color rosa chillón, nada interesante. Rebusco entre sus cosas durante un rato hasta que, en el fondo de la taquilla, una pantalla se enciende. Revuelvo todo un poco más y finalmente cojo el aparato. Es un móvil. Pero no un móvil cualquiera, y apuesto lo que quieras que tampoco es de ella. Estoy segura de que lo visto antes en algún lado.

Lo cojo y pulso el botón para encenderlo.

¿Debería sorprenderme que la foto de bloqueo sea una de Nick con unos amigos en la playa?

Definitivamente es el móvil de Nick. Recuerdo haberlo encendido e intentar desbloquearlo cuando nos quedamos encerrados hace unos meses en un sótano por culpa de las lluvias. Recuerdo haberme quedado mirando la foto por varios minutos mientras él dormía soñando con sabe Dios qué.

Y también recuerdo que no me sé su contraseña. ¿Por qué tendría Lisa su móvil? De todas formas, lo escondo entre la falda y el jersey.

Antes de cerrar la taquilla coloco todo más o menos como estaba. Es en ese momento cuando diviso unos números en rotulador negro en una esquina.

«2325»

Esos números si que los ví la última vez que abrí la taquilla de la rubia.

—¡Eh! ¿Quién está ahí?

Mierda. Una voz proveniente del final del pasillo interrumpe mi plan. Genial. Desde la distancia no puedo ver quién es, pero creo que es uno de los del equipo de fútbol.

Se acerca a grandes zancadas hacia donde estoy, así que rápidamente cierro la taquilla y empiezo a correr.

Se supone que todos están en clase, pero parece ser que no soy la única que hace pellas.

Voy corriendo hasta el final del pasillo y bajo las escaleras. En cuestión de segundos llego al tercer piso y allí busco un escondite. Mientras corro, leo los carteles de los clubes que hay. Pintura, Interpretación, Yoga, Fotografía...

Me dirijo hasta el último nombrado. Robert —el que nos da fotografía— es bastante despistado y nunca cierra la puerta con llave. Para mi suerte, la clase pasada tambien se despistó y puedo entrar en ella.

No me tientes, Álvarez.Where stories live. Discover now