Estaba colocándome el abrigo cuando me fijé en uno de los muchos moratones que tenía y empecé a recordar cómo me los hice, o mejor dicho, quién me los había hecho. Empecé a recordar todas esas veces en las que venía borracho y sin motivos me empezaba a pegar. Recordé ese día en que me pegó solo porque tardé demasiado en la compra. Recordé esas veces en las que rezaba para que no volviese a pasar, para que no volviera a casa, pero siempre regresaba.
El timbre de la puerta me sacó de mis pensamientos.
-¿Estás preparada?- Dijo mi mejor amiga.
-Sí, aún no me creo que esto esté pasando. - Le dije saliendo
de casa.-Se lo merecía, te hizo sufrir mucho.
-Me hizo sufrir mucho, pero aun así lo amaba y tenía la esperanza de que volviera a ser el de antes.
-Bueno, después del funeral empezará tu vida de nuevo- Dijo antes de entrar al coche que conduciría hacia mi nueva vida, una vida sin maltrato, o eso creía.