Príncipe Adrien [AdriNath]

Pilotó.

Capítulo pilotó.

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Pov. Adrien.

El despertar sabiendo que tienen muchas obligaciones por cumplir no lo hace una manera muy bonita, con toda la pesadez del mundo y con la idea en mente de que conseguiría una hermosa esposa me levante.

Eso es lo que me mantiene con vida aun después de todo.

Yo solo quería casarme para ya dejar de estar bajo el control de alguien, cuando sea Rey pondré a un doble mio para que se haga pasar por mi mientras yo estoy acostado en mi habitación o de vacaciones en otro reino.

Al darme una ducha rápida y ponerme mi típica ropa de gala salí a ver como iba la organización de un evento, ese que cambiaría mi vida.

Nunca fui amante de las fiestas pero aquí conocería a la que seria mi futura esposa, la candidata que escogieron mis padres para mi.

— Joven Agreste, el desayuno comenzara en una hora y los invitados llegaran en media hora. — Yo asenti pero al momento de irse aquel empleado hice una mueca. ¿Que sabia el de precisión en el tiempo?

Después de esperar por un rato dando la vuelta por el castillo fui llamado a la sala real donde se encontraban mis padres junto con los Reyes de otro reino y mi futura esposa la cual no estaba nada mal.

— Buenos días, soy el pri-

— ¡Principe Adrien! — Exclamo la otra reina mientras apretaba mis mejillas. — Ya eres todo un hombre.

—¡Mamá, deja lo en paz! — Hablo la princesa.

Pelirroja, baja de estatura, lindas facciones, ojos turquesa...

Sin esperarlo tome su mano y la bese provocando que se sonrojarse y riera nerviosamente.

— un gusto. — Hablo tímidamente mientras alejaba su mano.

Tal vez estaba un poco nerviosa al ser la primera vez que me veía y la primera vez en ver a alguien tan guapo como yo.

Esta tipa tenia suerte.

Y yo tenia suerte también pues fea no era.

— Pasara la noche contigo para que se conozcan. — Soltó mi madre de repente, ambos nos sonrojamos.

— ¿En la misma habitación? — Pregunto mi prometida algo nerviosa mientras miraba a su madre.

— ¡Claro! ¡Serán marido y mujer después de todo! — Ambos asentimos resignados.

Después de tomar el te y comer galletas llegó la hora de despedirse.

Los Reyes del otro reino se alejaron demasiado solo para despedirse de su hija, al parecer eran algo sobre protectores con ella.

Al irse mamá me dejo a cargo de la princesa ordenándome que la guiara a mi habitación donde dormiría.

Durante el camino estuvimos callados, no la culpo, era incomodo, al parecer a ella no le agradaba la idea de casarse conmigo.

— Esta es. — Dije mientras le abría la puerta y la invitaba a pasar.

Ella miro todo sorprendida aunque no era la gran cosa, mi - o nuestra- habitación no era tan grande como la que mis padres tenían.

— ¿El baño? — Pregunto rápidamente, yo apunte a una puerta y ella entro corriendo.

Tal vez las galletas le cayeron mal...

Escuche el sonido de la tina al estarse llenando, ¿Tomara un baño?

Yo Adrien Agreste estaba en la misma habitación que una chica desnuda... Y yo podría admirarla, solo estamos a una puerta...

¿Que tiene de malo? Después de todo es mi futura esposa.

Me acerque a la puerta para tomar la perilla y deslizar la lentamente hasta abrir y poder ver.

Me encontré con su linda espalda, su pelo corto suelto y el vestido a medio quitar en su hermosa cintura...

No, no tenia sostén, estaba de suerte.

Tosi falsamente llamando su atención cosa que la asusto, al mirarme sobre su hombro se cubrió su pecho y resbalo dentro de la tina tirando un poco de agua.

— ¡L-Lo siento, no quería...! — Me acerque a ayudarla pero ella seguía aferrada a dejar sus manos en su pecho -plano por cierto- en vez de recibir ayuda. — Por favor, hay algunas chicas planas, que no te de pena, tu y yo estamos com-pro-me-ti-dos. — Recordé.

Ella vacilo un poco y me miro.

— ¿Eso quiere decir que a pesar de lo que pase igual nos casaremos? — Preguntó asustada, me sorprendí por su repentina pregunta pero la tranquilice con una sonrisa y asenti. — Bien.

Dejó de cubrir su pecho -¿enserio, que mujer puede ser tan plana en este mundo?- y tomo mi mano, trate de mirar a otra parte que no fuera su blanco pecho.

— Tu eres excesivamente plana.

Ella tosió un poco y paso un mechón de su pelo por su oreja.

— Soy hombre, me llamo Nathanaël.