Capítulo 7 - Una noche más

105 15 3
                                    

Lana

Entré en mi habitación absorta en un mar de confusión, ¿qué estaba haciendo Thomas aquí? ¿Por qué el gobernador había reaccionado así? ¿Qué pasaría si alguien descubriese que Thomas y yo nos conocíamos? Tenía tantas preguntas en mi cabeza, estaba asustada y mi cerebro aún no reaccionaba ante los hechos. Sentía un asco terrible al recordar a Jake muerto, frente a mí, y un poco de melancolía al imaginar que él a su corta edad podría tener una familia esperándole y que jamás le volvería a ver. Además, en mi cabeza rondaba la insistente pregunta de porqué gente tan joven como él, al igual que mi amigo, se involucraban con gente tan nefasta y ruin como el gobernador. ¿Por qué mi madre me obligó a permanecer aquí?

Observé la blanca y vacía pared de mi cuarto absorta en mis pensamientos, giré hacia la ventana que daba al jardín y me acerqué. Los débiles rayos del sol acariciaron mi rostro y recordé mi promesa de la mañana acerca de no llorar más y la reafirmé. -No puedo permitirme el lujo de pasar el resto de mi vida llorando, o viendo como pasa ante mí; debo usar la cabeza para ganarle tiempo al tiempo, y descubrir los misterios que ahora se me presentan —. Pensé mirando mi propio reflejo.

La puerta se abrió y ante mis ojos la corpulenta presencia del gobernador me hizo sentir un vuelco. Tenía miedo y, sin embargo, él me miró durante unos largos e incómodos segundos, como tratando de adivinar mis pensamientos.

— Debes saber que no vengo a hacerte ningún daño —. No sabía si debía o no contestarle, ya que, minutos antes, lo había visto matar a un joven sin un ápice de remordimiento. ¿Cómo podía creer que no quería hacerme daño? — Espero que no te hayas asustado por lo del guardaespaldas. No debí haber actuado así, pero no voy a permitir que nadie te perturbe. Necesito que te encuentres tranquila y fuerte para lo siguiente.

— ¿A qué se refiere? — le pregunté cuando apenas había terminado la frase.

— No acostumbro a dar explicaciones, Lana Faraway, espero que te baste con saber que tengo muchos planes para ti y, por tal motivo, vengo a informarte que a partir del día de hoy habrá una persona siempre pendiente de ti, un escolta que te protegerá en caso de que alguna situación difícil se te presente.

Decidí que era mejor guardar la calma. Definitivamente estando tranquila podía obtener más información que si pasaba el tiempo llorando como una niñita. No podía permitirme ser tan estúpida si lo que quería era saber las respuestas a todas mis dudas.

— Quiero al nuevo escolta —Exigí en voz alta mientras el gobernador iba saliendo de mi habitación.

— Ese tipo es un imbécil —. Volvió sobre sus pasos con una infinita calma—. ¿Por qué quieres que sea él precisamente?

Debía ser astuta, pues no tenía ni idea del argumento que quería escuchar, pero estaba completamente convencida de que él no debía saber que yo le conocía.

— No lo sé, creo que es una buena opción y me ha salvado la vida.

— Eres inteligente, pero investigo a todos mis empleados antes de contratarlos y sé que tu familia tiene relación con la suya —. Sentí como si un cubo de agua helada cayera sobre mi cabeza—. Sin embargo, mi querida niña, puedo darte el placer de tener a tu amigo junto a ti, sólo si cambias la actitud que has tenido desde tu llegada.

— ¿Qué necesita? — Su rostro dibujó una sonrisa sarcástica

— Que seas buena y condescendiente con lo que te pida, que no me trates como a un extraño y que nunca, nunca, trates de sorprenderme con tu inteligencia. —Bajé los ojos. ¿Acaso podía escuchar mis pensamientos? — No te prometo nada. Estarás a prueba un tiempo y, si me satisface lo que haces, le diré al imbécil que te cuide.

Un Paraje UmbríoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora