Hija de Lucifer

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—¡No te me acerques monstruo!— Julieth retiró la mano que había acercado hacia Jen, en un intento por corroborar si estaba herida.

Las palabras de la chica la habían herido más de lo que hubiera esperado. July creyó que a esas alturas ya no había nada que pudiera hacer Jen que pudiera afectarle, pero al parecer se equivocaba y la castaña seguía provocando severos efectos en ella.

Al principio estaba por soltarle un repertorio de palabras poco amables, entre las cuales aprovecharía para hacerle notar que ella no era el enemigo, sino la persona que la había rescatado, echando al drenaje toda la misión de "salvataje del mundo" en el proceso, y que ya era hora de dejar el pasado en el pasado.

Pero luego Johanna le hizo darse cuenta que aquello no era necesario y le explicó que Jen estaba asustada y que si la había llamado "monstruo" no era por algo personal referente a su historia particular, sino porque así realmente la veía.

—Ella ve tu cuerpo, pero a la vez me ve a mí a través de tus ojos —explicó—. Y no olvides el hecho de que los hijos de la noche me llamaron "parásito del infierno" o algo por el estilo—añadió con aversión—. Para esa chica eres un demonio, vestido con la piel de su antigua novia.

Viéndolo desde esa perspectiva, Johanna tenía razón. Jen había parecido reconocerla en un primer momento cuando apenas la vio, pero luego se había mostrado lejana de ella, y la había mirado igual que sus captores, con desprecio y horror.

Aun así a July le dolía su rechazo y a la vez estaba decepcionada de ella misma por esperar lo contrario.

"¡Que idiota soy! ¿En serio pretendía aparecer en mi versión femenina de príncipe valiente, frente a ella, y que simplemente se olvidara del pasado y se echara a mis brazos jurándome amor eterno por mi heroico acto?"

Quizá fuera eso lo que la impulsó a tomar la decisión o quizá fuera que aún no estaba lista para volver a hablarle, pero cualquiera fuera la razón, tomó una decisión radical. Decidió no mostrarse ante Jen, y suplicó a Johanna que se encargara de la situación, aunque al momento se arrepintió.

Su huésped tenía una forma poco ortodoxa y para nada delicada de soltar las cosas. Le narró a Jen sin filtro lo que sucedería en su mundo, lo que pasaría con los humanos, y como los subterráneos oscuros se apoderarían de todo. También le contó qué papel tenía ella en todo esto, y le explicó por qué se veía como su antigua novia, salvando el hecho de que Julieth aún estaba dentro de ella.

Al finalizar, y luego de cerciorarse de que Jen estaba entera y medianamente tranquila, aguardó a su bombardeo de preguntas, pero solo recibió una:

—Entonces...cuando tomaste posesión del cuerpo, ¿ella se fue del todo? —preguntó su interlocutora.

Sus trémulas manos habían parado de temblar como si tuvieran Parkinson y ya había podido mirarla de frente sin titubeos, pero aún permanecía en el rincón de su celda metálica, apartada de Johanna.

Igualmente había aceptado la historia más rápido de lo que la huésped había esperado, aunque quizá los días de cautiverio rodeada de aquellos seres sobrenaturales hubieran influido bastante en su concepción respecto al mundo mágico.

Quizá su pregunta también evidenciaba algo más, tal vez a pesar de todo lo extraño que estaba aconteciendo, un fuerte sentimiento primaba por sobre la curiosidad. Pues de todas las preguntas que Jen podría haber hecho, simplemente se preocupó por saber de ella.

Julieth sintió el impulso de mostrarse y hablar, pero eso desacreditaría a Johanna y por ahora necesitaban que Jen se sintiera confiada y dispuesta a colaborar, porque el plan era salir de ahí cuanto antes.

En efecto, pero no te preocupes por ello. Cuando todo esto acabe, devolveré el cuerpo y Julieth volverá. Tienes mi palabra—prometió Johanna mientras que la otra torcía el gesto—.¿Qué rayos tienes ahora?—inquirió, notando su insatisfacción.

—Nada...o bueno sí. Disculpa si descreo de tu palabra, pero ante todo desde niña me han enseñado en que uno no puede fiarse de los demonios. Vengo de una familia muy devota—puntualizó.

Pues te tengo noticias—Johanna, se había incorporado, y se estaba colgando del techo de la celda para intentar desenganchar el eslabón de la cadena que la sujetaba, algo que era prácticamente imposible. Siguió hablando en tono más elevado, captando así la atención del guardia, que hasta el momento había parecido sumido en un letargo, pero que ya comenzaba a acercase—.En este caso mi palabra vale tanto como la del Santo Papa. Y por si se te olvidó niña, este sexy demonio es el que va a salvar el trasero de los de tu especie, antes de que un ángel del Señor los haga polvo, ¿Qué te parece?—finalizó, siguiendo en su "tarea" con ahínco y más devoción que un clérigo.

Las palabras de Jen, que ya comenzaba a abrir la boca para replicar, fueron ahogadas por las del guardia.

—¿Qué crees que estás haciendo ahí parásito?

—¿Qué no es obvio? ¡Estoy sacándonos de esta celda! —dijo Johanna con la seguridad de un loco.

El vampiro puso los ojos en blanco, como si no pudiera creer que la demonia fuera tan imbécil e intentara fugarse de esa manera. De hecho, todos los presentes lo pensaban. Julieth incluida.

—¡Que estúpida eres. No me hagas perder el tiempo con tus tonterías y bájate ya de ahí!—a pesar de no creer que la fuga fuera posible, el hijo de la noche mostró dudas ante la negativa de la demonia y tuvo el gesto de introducir su brazo mortecino y nervudo, en el interior de la jaula, para tirar de uno de los pies de Johanna, obligándola a soltarse, mientras el otro pie de la chica, en un ágil movimiento lo pateaba justo en la cara con demasiada fuerza.

—Te advertí que no me pusieras la mano encima o morirías—siseó Johanna afiladamente, mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa perversa.

El vampiro mostró sus afilados colmillos, que emitieron un brillo centelleante, mientras la miraba con sus ojos fijos, inyectados de sangre. Abrió la boca, para intentar modular una frase, que quedó a la mitad.

—Hija de...— su voz se fue apagando, al tiempo que su cuerpo comenzó a desintegrarse, como los restos de un pergamino viejo.

—"De Lucifer"—concluyó Johanna la frase—. Debiste considerarlo antes de llamarme parásito tantas veces—añadió, más para Jen y Julieth, que para el vampiro, que ya había dejado de existir.

—¿Cómo rayos hiciste eso?—preguntó absorta la chica y July desde su interior se preguntaba lo mismo.

Johanna le mostró la afilada hoja que sobresalía de la punta de la bota, ligeramente manchada de sangre, con una sonrisa amplia.

—La hoja de la navaja que tenía en el calzado estaba bendita, como la de los puñales, que utilicé antes en la lucha contra el aquelarre—indicó, con satisfacción—.Y así queda demostrado oficialmente que lo hijos de la noche no son ni la mitad de astutos de lo que presumen —soltó una risa seca—. Si lo fueran, debían haberme revisado de forma más minuciosa, para encontrar el resto de mis armas ocultas. Eso hasta hubiera resultado más excitante—le guiñó a la joven lascivamente, cuyos ojos se abrieron como platos, posiblemente imaginando los sitios donde aquella hija de Satanás podía guardar sus armas.

Mientras, estiraba su mano hacía el montículo de cenizas que se había formado en el suelo, para extraer el juego de llaves que abría la puerta de su prisión, y así poder liberarse. 

Desde las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora