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―Estúpido, inteligente y hermoso Brad ―susurró Amanda Wells para sí misma al notar como Brad Griffin se levantaba de su asiento con la prueba de matemáticas en sus manos y se acercaba al escritorio del maestro a devolverla. Prueba que se había entregado hace menos de 10 minutos.
Brad Griffin le gustaba desde hace unos meses. Sin embargo, acercarse a él aun no era una opción para ella. Prefería observar de lejos y evitar todo tipo de contacto.
Lo intentó una vez; hizo un trato con su mejor amigo, Arnold, quien se sentaba junto a Brad en clase de ciencias y, por lo que Amanda sabía, se llevaban muy bien. Luego de un tiempo se dio cuenta que los métodos que quería utilizar Arnold solo la llevarían a quedar en ridículo frente a él.
Brad caminó hacia la puerta dispuesto a irse, sin embargo la voz del maestro Wate lo detuvo.
―Griffin, espere un momento, no se vaya aun.
El chico asintió con la cabeza y regresó a su lugar. Cruzó ambos brazos sobre el escritorio y escondió su rostro entre ellos.
40 minutos después, Amanda se levantó rendida y caminó entre los escritorios vacíos ―puesto que toda la clase, excepto Brad ya habían terminado el examen y marchado― para entregar el papel donde se notaba su falta de conocimientos. Acomodó su mochila en sus hombros y luego de darle una mirada rápida a Brad Griffin, entregó la prueba.
―Espera, Amanda ―dijo Wate luego de observar la prueba de Amanda, casi en blanco― Brad, ven aquí.
El mencionado elevó la cabeza y se puso de pie de un salto.
―Amanda, ya que tus calificaciones no son lo que se podría decir... buenas, he decidido asignarte un tutor ―ella asintió despacio y le dio otra mirada al chico a su lado. Empezó a sentirse nerviosa. ¿Acaso él...?― Amanda, te presento a Brad Griffin, tu nuevo tutor.
Solo escuchar esas palabras logró que su corazón latiera con fuerza, a tal punto en el que creyó que estallaría. ¿Enserio pasaría las tardes con Brad Griffin? Su rostro enrojeció por completo.
―Genial ―expresó Brad sonriendo.
Amanda abrió sus ojos como platos. Brad Griffin acababa de decir que ser su tutor sería genial. ¡Y sonrió! Amanda estaba a punto de desmayarse de la emoción.
―Podemos empezar hoy ―dijo Brad una vez el profesor salió del aula.
―Si, hoy ―murmuró ella― Grandioso ―y se giró lista para salir de ahí antes de que su corazón se saliera de su pecho.
― ¡Espera, Amanda! ―exclamó Brad tomando su muñeca. Amanda se sonrojó nuevamente― ¿En la biblioteca?
―Si, en la biblioteca ―se soltó de su agarre y se marchó.
Un par de horas más tarde, Amanda Wells estaba sentada frente a una de las mesas, con una mano sirviendo como apoyo para su cabeza y golpeando sus dedos de la otra mano contra la mesa, esperando impaciente el momento en el que Brad Griffin cruzara por esas grandes y viejas puertas.
