Cuando sentí que se agachaba para quedar a mi altura lo salude— buenos días James— dije sin abrir los ojos.

—No parece un muy buen día para ti— sentí como se sentaba a mi lado en la grada.

Me reí ligeramente antes de decirle— ¿amaneciste de buen humor Adelgrieff?— la pregunta era un poco tonta pero mi mente me dolía demasiado en ese momento para pensar en otra cosa.

Pensaba en anexar algo mas a la charla cuando sentí como colocaba la palma de su mano sobre mi frente, mis ojos se abrieron de par en par para encontrar el rostro de James a unos pocos centímetros del mío.

—Tienes fiebre— dijo él.

—¿Cómo?— dije sin saber cómo reaccionar en esta situación.

—Dije que tienes fiebre— esta vez logre entender perfectamente lo que me estaba diciendo, en pocos segundos tuve la causa de mi pesadilla, mi dolor y mi agotamiento.

—No me había dado cuenta— le confesé.

—Ya lo note— confeso él mientras se apartaba, podía jurar que podía escuchar el latido de mi corazón acelerado que gritaba por su atención— tengo que llevarte a donde mis padres— y con eso dicho se puso de pie y me miro detenidamente— ¿puedes caminar?

—No creo— dije la verdad, mis piernas se sentía como gelatina aunque no me estuviera moviendo en lo absoluto—¿Por qué me vas a llevar a donde tus padres?

Él bajo un escalón, me dio la espalda y se agacho para quedar a mi altura una vez más.

—Ya lo veras, sube— dijo él, estaba feliz de que me estuviera dando la espalda, porque si no, tendría una visión libre para ver mi cara tan roja como un tomate, aunque pensándolo bien le podía decir de que era culpa de la fiebre.

Me forcé a llevar mis brazos alrededor de su cuello para luego apoyarme sobre su espalda la cual se sentía helada ante mi tacto.

El camino hacia el salón de los directores se sintió largo y doloroso, cada vez que James bajaba una grada yo temblaba ligeramente por el dolor que sentía ante el movimiento—James— lo llame para que fuera más despacio, pero parece que lo que yo pensaba que había dicho solo había sido un pensamiento que se borro luego de unos segundos, en la inmensidad de mi mente.

Cuando por fin llegamos a nuestro destino yo ya estaba punto de caer dormida así que James me tuvo que llamar por lo menos tres veces antes de que yo le pusiera atención— ya llegamos— dijo él.

—Ya se— dije mientras él me dejaba en el piso, no había pasado ni un segundo de pie cuando mis piernas cedieron, alce mis brazos y tuve el tiempo necesario para agarrarme de los brazos de James para evitar mi caída— lo siento— dije mientras me apartaba rápidamente y me apoyaba en el sofá que tenia a unos cuantos pasos.

El sonido de las puertas del closet chirriando no me sorprendió esta vez, del interior del mueble aparecieron el director  Adelgrieff y la directora Sutton, ambos en piyamas y con el cabello despeinado, me pregunte si dormían ahí adentro.

—James nos hubieras dicho que vendrías con Anya— la directora regaño a su hijo pero parecía que sus palabras nunca llegaron a comprenderse en la mente de James porque este no le tomo importancia al regaño.

—Acaso importaría madre— me reí ligeramente, James siempre trataba a sus padres como si fueran igual que él.

—Tienes razón no haría ninguna diferencia— el director Adelgrieff salvo el momento— y me podrías decir ¿a qué se debe esta agradable visita?

Algo en las palabras del director me hizo entristecer, estaba hablando con sarcasmo.

—Lamento haber interrumpido su… sueño— dije pensando bien en mis palabras— pero James dijo que tenía que traerme aquí porque tengo fiebre.

Escuela de híbridosWhere stories live. Discover now