Una deuda para sellar

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—Verás, tengo algo. Pero no sé cómo deberíamos utilizarlo ni si será una buena idea—Hardy sacó el trozo de roca brillante de los pliegues en su ropa.

—Es la roca brillante—dijo Huracán como si le estuviese hablando a una roca también.

—Tienes razón en lo primero. Es la roca. Pero, no siempre es brillante—la sirena movió un poco el brazo, cambiando la dirección a la que apuntaba. La roca comenzó a titilar, más fuerte hacia el sureste, más débil hacia el noroeste.

— ¡Es una brújula!—Exclamó Huracán, entendiendo a lo que se refería Hardy.

—Creo que me está guiando hacia el tesoro, pero no podría asegurarlo. Es más una corazonada.

—Pues esa corazonada, es algo con lo que podemos trabajar. Si algo estoy seguro, es que esa roca nos va a llevar a alguna parte. Y no me importa si lo que buscamos es un cofre lleno de oro o una simple perla, te doy mi palabra, que vas a encontrarlo.

Arjhun miró con sospecha al capitán.

— ¿Por qué sigues tan empeñado con ayudarme? ¿Qué quieres a cambio?

El capitán dio un mordisco a su pescado, sin apuro para contestar, haciendo a Hardy perder la paciencia. Tragó con una calma espantosa y en su boca se formó una sonrisa forzada.

—Todos tenemos nuestras propias deudas que sellar.

La princesa miró una vez más su comida, sin apetito alguno, pues las palabras de Thornbird habían removido algo incómodo en su memoria. Sosteniendo la roca entre sus dedos, no notó cuando Huracán estiró la mano para alcanzar un trozo de pan, rozando la suya en el proceso.

Y fue eso, tan solo uno roce, lo que necesitó para escuchar fuerte y claro el bum proveniente del corazón de Huracán, cuyo pulso fue un choque de energía sobre su cuerpo, que la llevaron 14 años atrás en el tiempo, al día en que escuchó ese bum por primera vez.

Pudo recordar con claridad el momento en que el barco se destrozó. Y los gritos. No supo si fue por la intensidad de las emociones de quienes estaban muriendo en ese barco, o porque algo en ella realmente se conmovió, pero mientras los hombres se hundían en medio de la batalla, arrastrados y ahogados por el ímpetu del océano, pudo escuchar cada latido detenerse con demasiada rapidez. Menos uno. A lo lejos vio un cuerpo más pequeño que los otros, del que aún se escuchaba incluso a través del desastre un bum ligero, como el aleteo desesperado de un ave. Tal era la desesperación del latido que a diferencia del abandono que Hardy sintió en los otros, ese joven humano le transmitió una desesperación desgarradora, doblándola en dos de dolor, mientras una única lágrima caía hasta sus manos. Miró la roca que sostenía entre ellas, y notó como su lágrima formaba un surco en el tesoro. Una luz turquesa la cegó por un instante, tras el cual abrió sus ojos, encontrándose una Hardy humana frente a ella, su semblante más serio del que ella había mostrado jamás en su vida, su cabello menos perlado, sus ojos mostrando emociones aterradoramente humanas, su boca abriéndose para hablar.

—Hardy, no tienes tiempo, así que debes decidir ahora. Si aceptas, ese humano al que aun escuchas va a vivir. Si no aceptas, está condenado a morir, para siempre.

Hardy aún se doblaba de dolor, incapaz de pensar con claridad, desesperada por dejar de sentir.

— ¡Está bien pero haz que deje de doler!

La otra Hardy cerró los ojos hasta que pequeñas arrugas se formaron a su alrededor, tragó saliva una vez más y volvió a abrirlos.

—Escúchame bien Hardy. Porque será tu alma por su vida y su vida por tu alma.

Huracán Thornbird - Los Seis Reinos #2Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ