La cena.

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Junio 09.

Los tres después de las fotos y despedirse de todos, fueron a cenar a un restaurante algo cerca de la escuela.

—Y bien —comienza Adeline, cuando ya la comida estaba en frente de ellos—. ¿Cómo apareciste en los sueños de Jorge?

Martina se remueve incómoda.

—Como dije en el discurso, era un trabajo que hice para mi curso pre-grado... pero respondiendo a tu pregunta, es algo difícil de explicar... y confidencial.

—Nosotros no diremos nada —insiste Adeline—. Lo prometemos.

Martina suspira.

—Tengo ciertos dones que me permiten entrar a los pensamientos y sueños de las personas. Pero no es con todo el mundo... tengo pocas oportunidades de hacer eso, y cuando lo hago es porque esa persona lo necesita. Tú, por ejemplo —mira Jorge—. Pero no soy un ser de luz ni mágico ni nada similar... soy un ser humano común y corriente como todos, con ciertos dones, nada como para morirse —se encoge de hombros—. Por eso escogí la psicología, para poder ayudar a las personas pero de una forma totalmente normal... con Jorge obtuve un excelente resultado pero espero no tener que volver a usar ese don... prefiero hacerlo como las personas normales, porque al fin y al cabo lo soy.

Jorge y Adeline se miran entre sí y abren sus bocas sorprendidos, para luego volver a mirar a Martina.

—¿Desde cuando sabes que tienes ese don? —pregunta Jorge, sonriendo.

—Alto, esa pregunta ya no tiene nada que ver contigo —ríe—. Prefiero no contarlo, ya que no tengo permitido contar mucho acerca de ello. ¿Otra pregunta?

—La beca que me ofreció La Javeriana en Cali.

—Oh, eso fue sencillo. No me pregunten cómo, pero entré a tu casa y saqué una fotocopia de cada dibujo que hiciste de mí. Conseguí copias de tus calificaciones y las entregué a la Universidad, cuando estaba presentando mi trabajo final. Expliqué que por asuntos personales no podías hacer el curso pre-grado, la verdad tuve que decir y hacer muchas cosas para conseguir que te dieran la beca. Y lo hice.

—No puedo creer todo lo que hiciste, Martina —suspira Jorge—. Me cambiaste la vida en tan sólo unas semanas... de verdad no sé cómo agradecerte.

—Ya vuelvo, iré al baño —dice Adeline luego de haber sentido que su mejor amigo la golpeó por debajo de la mesa para que eso hiciera.

—No tienes que agradecerme —le dice Martina, cuando la pelirroja se ha marchado—. En un principio sólo lo hice por mi trabajo pero luego... —Martina se queda callada, sintiendo miedo de dañar todo con decir lo que quería.

—¿Luego, qué? —le pregunta él, sonriendo, ella lo mira.

—Luego sin querer ambos nos enamoramos uno del otro —dice ella, sorprendida por la seguridad con la que lo había hecho.

Él asiente sonriendo para luego agarrar la mano de la castaña y plantar un beso allí.

Ella sonríe y se ruboriza un poco.

—¿Te puedo pedir algo? —le pregunta.

—Lo que quieras —responde él.

—Vamos despacio, ¿sí? Poco a poco.

—Claro —sonríe—. Yo también quiero pedirte algo.

—Dime —le sonríe ella, entusiasmada.

—¿Quieres ser mi cita para el baile de mañana?

Ella sonríe nerviosa y asiente con timidez.

—Claro, ¿por qué no? —le sonríe ella y él se levanta para abrazarla.

—Gracias, Martina... tú eres mi sueño hecho realidad... literalmente —le dice y ella ríe, asintiendo, abrazándolo también.

Tú eres mi sueño hecho realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora