Never Grow Up

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       Nunca pensé qué tan difícil podía ser. Son decisiones importantes, de esas que deciden parte de tu futuro, de las que te puedes arrepentir pero no sirve de nada. Vivir sola es un desafío, ya es tiempo de independizarme.


Iba caminado a casa de mis padres, la casa en donde crecí, donde viví toda mi infancia: risas, llantos, reencuentros y despedidas. De donde en mi adolescencia quería escapar, me sentía incomprendida y sin motivaciones.

Es otoño, me hace recordar las veces que llegaba de la escuela corriendo a lo que el viento desordenaba mi cabello, tal como lo hace ahora, dejaba mi mochila en el sofá mientras mamá me daba leche y galletas que nos enviaba la abuela. Peleaba con mi hermano pequeño por ver televisión, Harry siempre quería ver Pockemón y yo me enojaba por que no podía ver a Mickey Mouse y sus amigos. Como él era el más chico le daban en el gusto y  no me quedará más que ir a mi habitación a escuchar música.

Falta poco, dos casas mas y llego, tengo un nudo en el estomago, no se la razón de mis nervios, camino a paso veloz y ya estoy en frente. Me detengo en la entrada, la casa estaba igual a la última vez que la vi. Aquel árbol viejo del que varías veces me caí tenía las hojas secas y amarillentas, el diabólico duende de la entrada sin un ojo parecía observarme, y sonreír. Cuando tenía 9 años, no entraba por la puerta principal, rodeaba la casa y entraba por la cocina, le tenía miedo, Harry que en ese entonces tenía 6 años vio cuando sin querer pateé su balón y le rompí un ojo al duende, dijo que me vigilaría el resto de mi vida, así que trataba de evitarlo "Gemma, él se vengará" decía apuntando a la figurita. 

Saco las llaves, la pongo en la cerradura, giro y con un clic se abre la puerta.

- ¡Gemma! –se anima mi madre a saludarme, levantándose de la mesa, estaban almorzando- Cariño, estas preciosa.

- Mamá –la abrazo, dos años desde que no sentía el aroma de su piel, a vainilla como siempre- Gracias. Veo que llego justo a comer –sonríe y caminamos a la mesa.

- Hola papá –él se para y me abraza fuerte- ¿Cómo estas? –besé su frente.

- Mi niña –sus ojos brillaban, después de todo, 2 años de ausencia es mucho.

Desde el momento que entre noté que el tiempo si ha pasado por aquí. Sus caras, caras de cansancio a pesar de que los veía felices, pero las marcas de la edad ya se les notaban. Mis padres se casaron cuando mamá tenía 32 años y mi padre 37, y dos años después nací yo y tres años después, nace un pequeño de rulos y ojos verdes, hermoso hasta ese entonces.

- ¿y Harry? –me senté junto a papá- ¿No está? –dije triste, en verdad lo extrañaba.

- Salió con su novia –mamá apareció con un plato de comida, lo puso frente a mi y se sentó a comer, ambos me quedaron mirando- ¿Qué pasa, cariño? Harry ya tiene 19 años, era hora de que tuviera a alguien...

- 19 –repetí tomando el tenedor- ¿tanto a crecido? La conocen... ¿a su novia?

- Tranquila, Abigail es una buena muchacha –sentí el toque de la mano de mi padre sobre la mía- La vida sigue...

Me fue bastante extraño asumir que mi hermano tuviera novia, no me gustaba la idea de que sufriera por amor, o por alguien que no valiera la pena, que no valorara sus sentimientos. No quería que pasara lo que me tocó sufrir a mí. 

Avancé impaciente por el pasillo hasta mi habitación, entré rápido. Rosa y blanco por doquier. No había polvo, estaba ordenado, limpio. Mi cama tendida, sin ninguna señal de que hubiese sido ocupada. Mis esmaltes de uñas... secos, por el tiempo. Mi ropa guardada, ropa que ya no volvería a usar, pósters en las paredes que al sacarlos, de seguro dejarán marcas. Mis CDs de música...

- Jerry – susurré mirando un ratón de peluche a los pies de la cama. Lo abrasé emocionada- Extrañaré esto.

Sentí pasos, alguien corriendo; la puerta se abre. Él se queda parado en la puerta mirándome como si nunca me hubiera ido. Estaba guapo, arreglado, perfecto. Su cabello casi peinado, de polera blanca y jeans, me sonrió y se acercó a abrazarme.

- Gemma, volviste... -suspira casi ahogado. El pequeño Harry, mi pequeño.

- Estás grandote –lo tomo por los hombros- y guapo –se sonroja y revuelve sus rulos con la mano. Nos sentamos en mi cama, quitándonos los zapatos y acomodándonos, estábamos frente a frente.

- No vienes a quedarte... vienes a...

- Despedirme –miré mis manos y cuando subí la mirada, él tenia los ojos con lagrimas- ¿Ha estado todo bien? 

- Si –mira a un lado.

- Ya es hora –tomo su mano y la beso- mi pequeño, compré un departamento en Nueva York.

- Eso es lejos... -corre una lagrima con su pulgar- ¿Qué hay de malo en Londres?

- No hay nada malo, están ustedes, mi familia, mis amistades... pero sé que si no me voy, me quedaré atrapada, con el fantasma de mi pasado.

- Escapas de ti misma... -susurra Harry- ¿No piensas volver... algún día?

- Eso se verá con el tiempo...

- Ellos se hacen viejos –susurra refiriéndose a nuestros padres- papá ha sufrido por tu ausencia, piensa que aun eres una niña... -ríe despacio y melódico, y yo suspiro.

- Tengo 22, debe entenderlo –me acomodo para ponerme los zapatos a lo que mi hermano me imita- Vamos, tengo que decirles.

Mi madre llorar al enterarse que solo vine a despedirme, mi padre la abraza y Harry me da la mano. Observo todo, sacando fotografías en mi mente, recuerdos que solo yo tendré. Corro a los brazos de papá con lágrimas en los ojos, no quería dejarlos pero tengo que seguir mi camino, en Nueva York me espera una gran oportunidad de trabajo y no la desaprovecharé por niñerías. Dije que los amaba, mirando a cada uno a los ojos. Sonriendo porque ya empezaría una nueva vida y ellos me estaba dejando ir. Apoyándome. 

- Buena suerte – Dijo mi madre antes de que saliera de casa- Te amamos –sentí que alguien corría lejos justo antes de cerrar la puerta.

Me quedé agarrada de la manilla y empecé a llorar como una criada. Ahogada con un nudo en la garganta "Los amo, los amo, los amo" repetía en mi cabeza. Con las pocas ganas que tenia de irme empecé a caminar limpiando mis lagrimas, tratando de tranquilizarme.

- ¡ESPERA! – gritó a mis espaldas, giré y venia corriendo tras de mi.

- Harry... -reí limpiando las lagrimas de mis ojos, su cabello estaba alocado.

- Supongo que allá en NY hay espacio para –saca un peluche de su espalda y me lo da- Jerry –lo quedo mirando.

- Nunca crezcas Harry. Mantente pequeño, cumple tus sueños y que nadie –besé su mejilla recibiendo el peluche- que nadie te haga daño, eres fuerte y demuéstralo. Te Amo.

Todo pasa por algo, tengo el amor de mi familia y toda una vida por delante. Hay situaciones que debo enfrentar por mi misma y abandonar el nido es un gran paso. Ya es tiempo de volar sola.

FIN


Never Grow UpWhere stories live. Discover now