II - Cuando duermes babeas

538 37 56
                                    

Capitulo II : Cuando duermes babeas

Decir que llegue rápido a la entrada es poco.

Básicamente corrí todo el camino de mi cabaña hasta allí a mi máxima velocidad (no ayudó demasiado que un chico con entrenamiento más prolongado, y piernas más largas estaba con la misma agitación. Estaba en clara desventaja).

Más adelante estaba mi profesor. Su cuerpo de caballo ansioso. Me acerco a él.

Al limite de la protección que nos brindaba el pino de Thalia, podía ver cómo alguien gritaba con desesperación una palabra, una y otra vez, mientras que al mismo tiempo se esforzaba al máximo para arrastrar a una silueta.

Esta silueta era pelirrojo y poseía patas de cabra.

Al instante hago un movimiento para ayudar. Pero Quiron me sostiene del hombro, impidiendo que avance. Lo miro con plegaria. Pero él niega con la cabeza.

Obviamente quería que el semidiós termine con el camino por sí solo, debía concluir con su misión. Era parte del ritual, o eso es lo que me decían los otros. Había dejado de practicar esto cuando una vez, a debido de la espera, un semidiós murió. Este semidiós más conocida como Thalia. No sabía que tenía de especial el nuevo, pero por alguna razón quizo reanudar con su tradición. Por suerte no tarda mucho en pasar el límite. Y sus llamados no paraban.

A los pocos segundos, se desploma contra el pasto verde, a pocos metros de nosotros. Sus ojos fuertemente apretados, y una lagrima de tantas cayendo de su mejilla.

— Will, prepara dos camas en la enfermería — ordena el centauro sin perder tiempo, el hijo de Apolo asiente y se va corriendo. — Y tú Annabeth, ayúdame a subirlos a mi lomo — me señala. Acto seguido nos acercamos al cuerpo acurrucado. Ya inconsciente.

Lo observo con intriga. Su piel estaba extremadamente pálida, parecía muerto, probablemente muy débil. Pero sin ninguna palabra, ayudo a mi profesor a que estén ambos posicionados correctamente. Y los trasladamos a la Casa Grande.

Cuando llegamos, los únicos dos campistas que habían agarran al sátiro. El otro herido que quedaba lo tratamos de recostar en el piso de madera. Se nos va un poco de la mano, y su cuerpo cae con un ruido seco. Era pesado. No fue mi culpa.

— Es él. Tiene que serlo — digo, pensando en la profecía al instante. Al escuchar mi voz, el chico se mueve ligeramente.

— Silencio Annabeth — repuso el centauro — El chico está consciente. Llévalo adentro —

Yo sola?

⚡️⚡️⚡️

A la mañana siguiente, después de unas horas de sueño, me encontraba en la enfermería.

Mis ojos navegan por toda la sala, y finalmente paran en la inconfundible forma de mi profesor. Quiron. Se veía su silueta a la perfección a través de la cortina.

Me acerco a paso pausado.

El centauro me sonríe brevemente, para luego ver otra ves al que estaba recostado. Este estaba de espaldas a mi, durmiendo sobre su hombro con suspiros ligeros y tranquilos. Desde donde estaba parada podía ver una melena de pelo negro, no me costó notar la falta de peinado que necesitaba el chico. Pero no lo juzgue demasiado por eso. No solo estaba dormido, sino que tampoco sabía su historia. Zeus sabe si estuvo en constante movimiento con Grover como yo cuando tenía siete.

Annabeth Chase y el ladrón del rayo (Annabeth Pov)Where stories live. Discover now