Capítulo 18

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Regreso a casa en la noche, nos amamos tantas veces con Anny que ya no recuerdo la cantidad. Disfrutamos de un baño tan placentero que no puedo evitar sonreír al recordar lo bien que lo hemos pasado. Para suerte de ambos, su madre no llegó y aquello me permitió disfrutar un poco más de ella.

Por mucho que le repetía que la amaba sentía que había dudas en su mirada y aquello me preocupa.


Al ingresar a la sala me encuentro con las luces casi apagadas y a mi madre bebiendo algo en una taza. Al verme sonríe, deja la taza y me hace una señal para que me siente a su lado. Al acercarme le doy un beso.

—¿Y Emilia? —pregunto mientras me siento a su lado.

—Dormida —responde observándome detenidamente. —Parece que te relajaste mucho, ahora estás contento en comparación de como estabas en la tarde.

No respondo nada, es evidente el cambio.

—Voy a arreglar un asunto y me acostaré.

A penas intento levantarme me detiene colocando su mano en mi pierna.

—Mauro, dime si te has vuelto loco. Es solo una niña.

—Madre por favor.

—Nada de por favor. Dios mio. —cubre su rostro —Has pensado lo que provocará si tus hijas se dan cuenta. Fuiste muy evidente hoy, Emilia se cansó de esperarte hasta que se quedó dormida.

—Mamá lo siento mucho pero...

—No estoy de acuerdo con lo que haces, es cierto que no deseo que te reconcilies con Isabella pero al fin y al cabo es la madre de tus hijas Mauro.

—¿Qué me estás diciendo? Que seamos la familia feliz, ¿eso? Estás muy equivocada mamá. —alzo la voz y veo asombro en ella.

—Solo quiero que tomes una decisión acertada para todos. Escuché hablar a Emilia con Alejandra. Ella ha sufrido por su madre y quiere estar a su lado, nada más.

—Te amo madre pero no voy a permitir que decidas por mi o que tu opinión afecte mi decisión. Estoy cansado de tomar las decisiones o mostrarme inseguro solo por ver feliz a los demás.

—Hijo... —suplica pero no continúa al escuchar unos pasos. Enseguida Isabella hace aparición con cara molesta.

—Iba a buscarte —informo —necesito hablar contigo.

Me adelanto y camino hacia la biblioteca, ese es un buen campo neutral para hablar con ella. Hoy debo dejar todo definido y claro.

La escucho cerrar la puerta y la encaro.

—Quiero que te vayas de la casa hoy, o más tardar mañana antes que Emilia despierte. —enfatizo.

—¡¿Ese es el ejemplo que le das a tu hija?! —grita —Te vas a revolcar toda la tarde y noche con tu amante, que es la muchacha que cuidaba a tu hija. ¡Por Dios Mauro! ¿Estás enfermo?

—No vengas a hacerte la moralista ahora. Tú —la señalo —La que dejó a sus hijas botadas por irse con un hombre menor. Porque estoy seguro que ese hombre era tu amante desde antes que te fueras de aquí.

He dado en el punto tal como lo esperaba, se queda con los ojos abiertos mirándome sin nada que decir.

—¿Dónde quedó tu amante? ¿Te dejó por una de su edad, se cansó de ti o has venido con él?

—Me equivoqué como cualquier ser humano, estoy arrepentida —solloza —Solo quiero que me den una oportunidad.

—Tardaste muchos años para arrepentirte. Estoy enamorado, quiero rehacer mi vida.

—¿Con una mujer menor que tu hija? Reacciona, no les hagas eso a tus hijas. Yo estoy dispuesta a ganarme tu perdón, dame una oportunidad. Dime lo que tengo que hacer por favor.

—No Isabella. Si quieres te ayudo a buscar un trabajo. Renta un lugar, podrás ver a tus hijas. Pero aquí no.

—¡Esta también es mi casa. No me iré! —grita echando abajo todo lo que hay en el escritorio. Da la vuelta y se echa a llorar.

No digo nada esperando que se tranquilice para llegar a un acuerdo.

—Debemos ser razonables Isabella, hablemos con mesura por favor.

—Me pides que sea razonable a mí cuando estas permitiendo que el capricho de una muchacha acabe con la oportunidad de volver a ser una familia. No seas hipócrita Mauro.

—¿Te gustaría que esté contigo amando a otra mujer?

No responde y da la vuelta quedándose callada. Miro su espalda y el movimiento da a entender que está llorando. No quiero causar esto, reconozco que la quise mucho y hubiera hecho lo imposible por ella, pero en este momento no siento nada por ella, solo el respeto que merece la madre de mis hijas. Pero ella se empeña en sacar lo peor de mi.

Se voltea con su rostro y ojos rojos y se acerca lentamente hacia mí.

—¡Por favor Mauro! —suplica y cae de rodillas ante mi.

—Levántate Isabella —digo e intento alzarla. No quiero que me suplique así.

—¡No! No por favor, —llora desconsoladamente —Déjame quedar con mi hija Mauro por favor.

—¡Papá! —dice Alejandra al entrar. Dirige la mirada abajo donde yace su madre de rodilla. —Sus gritos se escuchan hasta afuera. Van a hacer despertar a Emilia.

Isabella deja de llorar y se levanta, así que le ofrezco mi ayuda. Retrocede mirándonos simultáneamente.

—Perdóname hija —suplica llorando. —Perdóname por favor.

Se dirige a ella y la abraza. Alejandra no dice nada, ni corresponde al abrazo. No las miro e intento recoger las cosas que ha tirado.

—Mauro —dice y levanto la mirada para verla. —Mañana me iré. —Da la vuelta y sale.

Miro a Alejandra por unos minutos y ella también sale de la biblioteca.


Al llegar a mi habitación me tiro en la cama y respiro profundamente. Espero que todo salga bien. Estoy seguro que al pasar los días Emilia entenderá y comprenderá que aunque estemos divorciados, podrá ir donde su mamá. Lo que ahora espero es que acepte a Anny cuando se entere de mi relación con ella.

Intento moverme pero siento algo en mi espalda,tomo el pequeño sobre y veo que es la letra de Emilia. «Para papá» está escrito


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Gisselita

Quiero intentarlo... no importa si es menorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora