Mi edad: 16 años; Su edad: 21 años.

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Nadie se espera que un perro alcance la edad de 21 años, por lo general se vuelven más viejos una vez que cumplen 9 años, sus metabolismos se comienzan a deteriorar, entre los 13 y 16 años decaen y pronto mueren.

Mi perro cumple 21 años este año, ha vivido toda su vida con nosotros, según mi hermana mayor, Mowly era el regalo del primer cumpleaños de mi hermano, y el animal tenía tan solo meses cuando llegó a casa, el cariño que mi familia le tenía era indescriptible, teníamos hermosos recuerdos con él, siempre estuvo ahí meneando su cola demostrando su felicidad en todo momento, incluso hasta en el día más frío.

Hoy su felicidad se ha esfumado, su cola esta caída, su respiración hace lenta y cansada, veo sus ojos, se notan agotados y sin ese brillo especial que siempre tenía, su estómago esta hinchado y apretado, verlo así me lastima.

-¿Por qué no se va? Solo está sufriendo, prefiero que se vaya, que nos deje de una vez, ha vivido suficiente, nos ha dado mucho, es momento de que se vaya y descanse, ¿Qué lo retiene?- la voz de mamá sonaba afligida y triste, su rostro estaba del mismo modo, suena el teléfono y mamá contesta, yo me quedo observando a  mi perro, Pillín le ladra y le gruñe a su amigo, y este, al no contestarle le provoca llanto. La noche anterior oía los quejidos de dolor del Mowly, quejidos que al oír desgarraban el alma, hoy en cambio, ni gemir puede, no sé si ya se acostumbró al dolor o se ha rendido en la batalla contra este. Mamá se acerca con el teléfono a la oreja del perro y oigo a través del altavoz.

-Mowly amigo- era la voz de mi hermano, él se encuentra de viaje- es hora de que nos dejes amigo, no sufras más, estaremos bien, te queremos mucho, no te olvidaremos, descansa amigo, no sigas luchando, has sido fuerte durante 21 años, no necesitas demostrar nada más, adiós amigo, te quiero y gracias por todo- su voz se quiebra y lo oigo sollozar, tengo la garganta apretada y retener las lágrimas es inútil.

-Me parte el alma verlo así- dice mamá detrás de mí, y yo lo sé, sé porque él no se ha marchado todavía, se lo que está esperando.

-La está esperando a ella- digo sin más- está esperando a que la Tamara venga a despedirse.

-Ella no querrá verlo así- dice negando pero oigo un atisbo de esperanza en su voz, corro dentro de la casa y cojo el teléfono.

-¿Aló?-oigo a través de la línea.

-¿Quieres venir a verlo? ¿Quieres venir a despedirte? Pueda que eso sea lo que está esperando-casi me  ahogo mientras hablo.

-Lo siento hija, pero no quiero verlo así, me duele mucho, además no sabemos si tiene algún virus, y que yo me acerque puede que sea peligroso para mi bebé- ella tenía un punto.

-Está bien- cuelgo con desgano.

Más tarde, cuando ya era de noche ella llega, sabía que vendría, sabía que si no venía a despedirse de su mascota, que creció junto a ella, se arrepentiría algún día.

-Mowly hijo, no siga sufriendo y váyase, no queremos verlo así, necesitas descansar, te quiero mucho amigo, pero ya es hora- las lágrimas rodaban por sus mejillas y su nudo en la garganta era notable, su mirada expresaba dolor, acaricio la cabeza del perro, se levantó y se marchó.

El último gruñido.Where stories live. Discover now