Cap 1: Cicatrices

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"Vi que los árboles más bonitos son los que han crecido de forma irregular, los que han tenido que cicatrizar heridas"-. Lars Mytting.

30 de octubre, Macht.

Pov: Asteria.

Estaba cansada físicamente y agotada mentalmente. Mis ojos escocían y mi cuerpo se hallaba tirado en la cama, intentando descansar al fin, pero ya era demasiado tarde. Sí, ya había amanecido.

Un rayo de luz se coló entonces por mi ventana y me deslumbró la cara. Me incorporé sobre la cama y miré fijamente hacia delante, el sol comenzaba a salir y los rayos se colaban poco a poco, iluminando así el cuarto. Tras unos segundos y como ya me esperaba, las nubes del frío invierno ocultaron la luminosidad y todo quedó de nuevo en una pobre oscuridad.

Me estiré en la cama, tirando a un lado las sábanas y levantándome. Caminé al baño con rapidez y sigilo, allí me duché y me vestí con el uniforme de mi instituto. Los leotardos pasaron rápidamente por mis piernas, la falda larga hasta mis rodillas, igual. Tras eso me coloqué mi ancha sudadera de color rojo, que tenía una pequeña estampa en la que se leía: "Great Hills". Calcé unas zapatillas negras y bajé silenciosamente las escaleras evitando que mi padre se despertara.

Pasé de largo por la cocina y cogí mi abrigo de la percha del recibidor. Eché mi pelo rubio hacia delante y me miré al espejo para comprobar que todo estuviera en orden. 

Toqué la zona bajo mis ojos e hice una mueca de disgusto. Ni si quiera todo el corrector del mundo lograría tapar esas ojeras oscuras, aún así, intenté disimularlas lo mejor que pude. 

Después de un último vistazo aprobatorio, abrí la puerta de casa. Nada más salir, una ráfaga de viento levantó mi rubio cabello por los aires. Bajé las escaleras del porche y posé ambos pies en el asfalto de la larga calle que cruzaba mi barrio. Miré a la izquierda, encontrándome con la montaña de tonos oscuros, después a la derecha, viendo mi bicicleta tirada en el suelo. Con un movimiento rápido, la agarré y me subí a ella de un salto, para después pedalear a un ritmo constante hacia la ciudad.

Por una parte, amaba donde vivía, en el lugar más alto de Macht. Ese desde donde podrías desinhibirte de las preocupaciones con tan solo alejarte un par de pasos fuera de la urbanización: hacia el bosque. Aunque eso mismo también era su punto flaco, puesto que también a veces detestaba la lejanía con el resto de la ciudad y lo fácil que resultaría perderse en el interior de la maraña infinita de vegetación.

Mientras los árboles pasaban a mis laterales, repasé mis planes para el día siguiente. Sería viernes, un viernes cuya fecha era muy señalada por todos los adolescentes: 31 de octubre, Halloween. Por la noche, se celebraría una fiesta de disfraces en el gimnasio del instituto a la que todos acudirían para emborracharse a base de ponche barato y jugar a ser otra persona.

Un bache sacudió mi cuerpo y comenzó la bajada hasta el pueblo. Despegué mi mirada del bosque para fijarle en la calle. 

Aquel día era raro, se notaba en el aire: la niebla era más densa de lo habitual y los rayos del sol que una vez se habían colado por mi ventana habían desaparecido por completo. Incluso parecía que el bosque estaba más activo, con los troncos de los árboles moviéndose lentamente hacia mí cuando pasaba por su lado.

—Te estás volviendo loca, Ast —me dije a mí misma.

Me concentré en pedalear con más fuerza y pronto llegué al instituto público de Great Hills. Una verja de hierro estaba abierta de par en par dividiendo por la mitad el escudo con la rosa que lo identificaba.

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