24. SE NOS ROMPIÓ EL AMOR

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-Eres tonta. -volvió a insultarme.

-Pero te gusto.

-Y mucho. -admitió la cantante, seguido de un beso. No insistió más en aquello, sabía que era inútil. En el poco tiempo que llevábamos, se había dado cuenta de que era una cabezona. Y yo misma lo reconocía, cuando yo decía no era no. Me apetecía esperar un poco más, vivir juntas era un gran paso desde mi punto de vista. Quería vivir despacio y sin prisas, quería una historia preciosa a su lado.

Mientras sus labios seguían mezclados entre los míos y mis manos recorrían su espalda, Danka saltó a la cama y comenzó a dar ladridos. Malú daba carcajadas.

-¡Alguien está celosa..! -exclamó, tumbándola en la cama y rascándole el tórax. La perra se revolvía y emitía ladridos agudos. Parecían tan felices. Me aparté un poco y reposé el codo en la almohada, aguantando con la mano el peso de mi cabeza. Me quedé mirando como jugaba con su mascota.

-Eh, yo también quiero. -dije al cabo de un rato. Me llamó celosa y me quitó el brazo que me sostenía, cayendo en la almohada. Metió la mano bajo la camisa de mi pijama y me rascó como a Danka. No paraba de reírse mientras lo hacía, yo tampoco podía contenerme, tenía muchas cosquillas. El animal dio un giro impresionante y se puso de pie en la cama. Nos ladraba y le daba zarpazos a Malú.

-¡Joder! -me quejé. -Maldito chucho. -me enfadé de broma.

-¡Eh! No le hables así a mi Danka. -se retiró de mi cuerpo y abrazó a su querida compañera. Me levanté simulando indignación hacia el baño. Ella siguió mis pasos con la mirada y con una enorme sonrisa.

Después del desayuno acudí a casa a recoger todas mis cosas. Malú insistió en acompañarme, quería ayudarme con la mudanza. Llevamos su vehículo y el mío, para tener que dar menos viajes. Pedí cajas en la tienda en la que solía comprar el pan y me dispuse a deshacer lo que un día monté con la mayor de las ilusiones. Ella se encargó de la ropa, la fue metiendo en las maletas con cuidado, doblándolas.

-Joder, que bien lo haces. -le sonreí.

-Estoy acostumbrada a hacer y deshacer maletas... no sabes lo que te queda. -suspiró, cerrando la primera. -oye... ¿y Vane?

-Trabajando, me imagino. -comenté, mientras colocaba en una caja los libros.

-Sí que te gusta leer... -observó.

-Me apasiona. -confesé. Terminé por fin de coger todo lo del dormitorio. Ya iban dos maletas y una caja. Fuimos ahora al estudio, mi rincón favorito de la casa. Allí todo era mío.

-Uy, cuantos espejos. -comencé a reír ante su chiste. Lo decía por los posters de ella que decoraban la habitación. Abrimos las cajas y las pusimos en la cama de invitados que había. Le pedí que metiera los CD´s que descansaban sobre la estantería de la pared derecha. Yo abrí los cajones del escritorio y a cada cosa que sacaba, un recuerdo me venía a la mente.

-Dios, que desordenada soy. -admití.

-¿Por? -preguntó Malú, sin apartar la mirada de los discos que colocaba.

-Asómate. -la animé. Echó la vista al cajón, estaba repleto de hojas dobladas y rotas, algún que otro lápiz sin punta, cables y cajas de rotuladores.

-Yo... prefiero seguir recogiendo la música, gracias. -volvió a la estantería. Yo seguí bicheando entre los cajones. Los dejé vacíos, tiré lo que creí inservible, como los cartuchos de tinta de impresora ya usados. ¿Por qué los habría guardado..? Empecé a desenchufar el ordenador. Lo compré yo para mis juegos, así que me pertenecía. Me concentré en quitar cada cable y tener cuidado con la torre. Al girarme, pillé a Malú cotilleando mis folios. Le arranqué el que estaba leyendo y al mirar su rostro vi que unas lágrimas recorrían sus mejillas.

EL MAYOR DESAFÍO DE LA VIDA ES VIVIRWhere stories live. Discover now