8. Subyugación

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— ¡Lo siento!―balbuceó Jane mientras el llanto se apoderaba de su garganta, y aplicaba sus cuerdas vocales, resultando en una voz rasposa y entrecortada.

El sólo escuchar sus disculpas me hace querer destruirle las pelotas a Aldrich otra vez. Aprieto los nudillos, por enésima vez en todo el día. Maldita sea, si no fueras tan terca, Jane, podríamos habernos evitado todo esto. Ahora lo hemos cabreado mucho más...

Había estado todo el día rayándome sobre el paradero de Jane, y sobre que mierda es lo que estaba haciendo qué era más importante que planear salvar a su madre. Cuando me colgó el móvil, lo único que hice fue esnifar una raya de medio gramo de cocaína, pero gracias a mi maldita tolerancia, poco efecto hizo.

La idea era relajarme, pero al esnifar otra raya de medio gramo, y ver que las horas pasaban y no había señal que de mi beau monstre apareciera, mi preocupación fue en aumento, como una piscina qué se llena de preocupación líquida.

Corrí a buscarla, y ni idea de por qué, pensé que podría estar en el parque qué hay de camino al Instituto, pues si no me equivoco, ahí había dormido antes de acudir a mí.

La encontré, pero no estaba sola. El hijo de puta de Aldrich estaba a punto de golpearla, pero yo no pude quedarme parado. Más encima si tenía un gramo de coca en el cuerpo.

Básicamente, y para no aburrirlos con la historia de cómo reventé su estómago y pelotas, sólo recibí un golpe en el pómulo derecho (debo admitir que bastante fuerte, joder), qué también alcanzó mi nariz. Para mi mala suerte, es hipersensible. Sangró al instante.

Para mayor comodidad, y para presumir, lo admito, me quité la chaqueta, junto con la playera, para seguir moliendo a golpes al cobarde ese. Lo último que supo de nosotros fue una patada en los huevos de mi parte. Luego tomé de la cintura a Jane, y corrimos hasta casa.

― ¡No quería arrastrarte a esto! ¡Disculpa!― Continuó llorando, rompiendo mis profundos pensamientos de odio e impotencia.

No soporto verla en ese estado. Tengo que hacer lo que sea para distraerle, y para distraerme a mí también. Ha sido un día difícil, pues ambos hemos tenido que enfrentar nuestro pasado y nuestro presente. A demás, cada lágrima que Jane derrama hace que el dolor en mi mejilla se intensifique.

Me limpio rápidamente la sangre y mugre qué hay en mi rostro con una toalla húmeda que he traído del baño. Continúo sin remera, pero no me importa mucho. Limpio mi abdomen, mis brazos y mis ensangrentados nudillos. Vuelvo la mirada hacia la chica que se encuentra llorando en mi cama.

Me acerco a ella lentamente, como lo he hecho, también, cientos de veces. De una manera que ya parece habito, a un paso lento y regular. Pero esta vez es diferente. Mi objetivo no es tenerla entre la espada y la pared. Quiero calmarle.

―No digas nada― Susurro en su oído, mientras utilizo mi dedo pulgar derecho para limpiar las lágrimas en su rostro... su bello rostro.

De cerca es más doloroso verla llorar. No sé en qué momento comencé a compadecerme tanto de ella, ni en qué momento comencé a preocuparme, pero no quería verla llorar. No quería ver tristeza liquida recorriendo sus suaves, pálidas y tersas mejillas.

Pero ocurrió algo que puedo catalogar como... mágico. Nuestros ojos cruzaron miradas, y estas se quedaron atrapadas en la otra. El gris en el esmeralda, el verdoso en el plomizo. Era como la congruencia perfecta entre hierba y humo.

Sus ojos dejaron de secretar lágrimas, y se concentraron sólo en mi cuerpo completo, qué estaba cada vez más cerca del suyo.

— ¿Qué haces?— Pregunta con una voz desgastada y exhausta, con pizcas de miedo. Sus ojos me miraron otra vez, creando una imagen tan hermosa que tengo la certeza que me derretiré.

Vicio Insaciable [Scott]Where stories live. Discover now