Capitulo 2

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Solo porque me gustan las cosas de frente y para aclarar. Segundo capítulo de la historia.

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Clarke Griffin había pasado por un montón de cosas esos últimos días. Acababa de conseguir un trabajo como profesora en la Universidad de Washington. Su trabajo soñado, algo que, a sus cortos veinticinco años era todo un logro. Y es que, había tenido una adolescencia normal, pero con momentos turbios, y ahora le acababan de decir que aparentemente tenía una enfermedad congénita en el corazón luego de que desmayase en su primer día de clases. Ella no tenía demasiada idea de que significaba eso, solo sabía de arte, si le hubiesen preguntado por las obras completas de Van Gogh, ella habría podido recitarlas de memoria, pero sobre esto solo sabía que probablemente tendría que gastar mucho dinero en médicos.

Y ahora, mientras estaba allí recostada en la cama de aquel hospital, que lucía como eso, un hospital cualquiera, nunca pensó que tantas imágenes de su adolescencia se agolparían en su mente. Pero allí estaba, Alexandra Woods, su primer y único amor adolescente. La chica por la que perdió la cabeza, la chica que con una sonrisa hacia que su mundo se pusiera de cabeza… la chica a la que le entregó su virginidad porque estaba absoluta y completamente enamorada de ella. Todo eso había ocurrido mientras ella tenía diecisiete años y Lexa era una estudiante universitaria que rompía corazones y que iba casi todos los días a su casa porque era muy amiga de sus hermanos mayores.

Aun recordaba la primera vez que la había visto.

***

Había sido seis meses antes de todos los acontecimientos posteriores, Clarke se había escapado esa noche a una fiesta con Raven. Sí, todos tienen amigos que son una buena influencia y una mala influencia al mismo tiempo en sus vidas, y esa era Raven Reyes para Clarke. Raven podía ser la mejor en el colegio, pero a la vez, ser el alma de la fiesta. Y como la mejor amiga del alma de las fiestas obviamente ella tenía que asistir a estas.

El único problema eran sus muy conservadores padres, quienes pensaban que una chica de dieciséis años aun no es lo suficientemente madura como para estar en fiestas en donde se juraba que no había alcohol pero siempre había, hasta altas horas de la madrugada.

Había tenido múltiples discusiones, gritos, llantos, puertas cerrándose con furia. Típicas discusiones de padres con sus hijos adolescentes, pero la rubia se dio cuenta de que realmente nunca iban a ceder, así que había decidido dejar salir su lado rebelde y simplemente comenzar a escaparse por la ventana de su habitación cada vez que lo necesitaba mientras Raven la esperaba en su nuevo Volkswagen de color amarillo.

—La próxima vez busca un auto menos llamativo, idiota—Le dijo mientras se bajaba de este. Eran las cuatro de la mañana de un sábado de verano y esperaba que su madre no hubiese entrado a su habitación a investigar el montón de almohadas que había dejado debajo de la manta para que creyeran que era ella.

—Encima que te traigo hasta la ventana de tu casa—Gruñó Raven divertida y Clarke siseó mientras reía para que no hiciera tanto ruido. No habían tomado más que unas tres cervezas, pero eso era suficiente para que la rubia se achispara un poco. Sin embargo, no le preocupaba tener que escalar hasta la ventana de su habitación porque lo había hecho ya un montón de veces.

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