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—¿Te hice esperar mucho? —Dijo Erin sentándose frente al rubio

—Acabo de llegar. —Tom dejó de lado el menú de cafés y miró a su alrededor con cierto desdén.

Estaba atestada de parejas felices y enamoradas. El local tenía mesas dentro y fuera, con manteles en color rojo y blanco. La música dulzona que sonaba en esos momentos, le estaba provocando jaqueca.

Desgraciadamente, San Valentín estaba a la vuelta de la esquina, así que no tenía más remedio que aguantar y dejar que toneladas de hiel se acumularan en su estomago.

—Pues le conté todo —habló Erin sin rodeos—. A grandes rasgos, porque hay muchas cosas que no puedo decirle a detalle. Pero sabe de ustedes, del compromiso y del bebé.

—¿Qué... te dijo?

—Lloró mucho y... me sentí fatal. Un capuccino, por favor. —Pidió antes de que el mesero hablara.

—Lo mismo para mí —dijo el rubio con un nudo en la garganta—. No sé qué decir.

—Sólo di que vendrás mañana para cuando la den de alta. Nos gustaría que estuvieras ahí.

—¿El "nos gustaría", incluye a Celine?

—¿Tú qué crees? —La pelirroja lo miró con una ceja enarcada— ¡Es tu oportunidad!

—Disculpa que no me tome las cosas con tanto entusiasmo como tú, pero me limitaré a ir mañana y es todo.

—No seas negativo.

—De hecho, es todo lo contrario. Voy a tomar las cosas como vengan.

—Te estás rindiendo. —Aseguró Erin.

Tom no contestó, pero en parte era verdad.

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—Erin, estoy muy nerviosa.

Dijo Celine, quien se vestía con ayuda de Erin. Las piernas le temblaban ligeramente, después de haberse preparado mentalmente, o al menos eso creía, para esa mañana de viernes; al parecer no había sido suficiente. En cualquier momento llegaría Dave con Tom, y la incertidumbre le provocaba nauseas.

—Yo no sé porque —Contestó su amiga con naturalidad mientras le calzaba unos tennis—, ni que nunca lo hubieras visto.

—¿Tú crees que haya aceptado a acompañarnos? —Preguntó Celine mordiéndose el labio inferior, pero Erin le miró severamente— ¿Cómo me veo? —Preguntó tratando de cambiar el tema.

—Te ves preciosa. —Dijo Lily.

—Y no tiene nada que ver que te haya arreglado yo.

Celine abrazó a su amiga.

—No te vayas a poner a llorar, ¿sí? Me vas a hacer llorar a mí también.

La pelirroja sabía lo que significaba ese abrazo, que estaba cargado de agradecimiento. Pero a Erin, no le importaban las gracias, le importaba que pudiera estar ahí, hablando con su amiga otra vez.

La castaña se separó de su amiga con lágrimas en los ojos. En ese momento tocaron la puerta.

—¿Podemos pasar? —Preguntó Dave, seguido de Jonathan.

Ambas asintieron enérgicamente, la puerta se abrió de par en par y el moreno entró, después entró Tom. El silencio que se apoderó del lugar, era aplastante.

Ahí estaba, con las ganas carcomiéndole las entrañas, esas ganas que tenia de abrazarla y besarla. Celine le observó un poco, iba vestido con jeans oscuros y una camiseta negra, un estilo nada usual en él. Y entonces antes de hablar, le vio a los ojos... Dolor, soledad... no hacía falta ser muy inteligente para notarlo y sentirlo.

Amor en manos enemigas.Where stories live. Discover now