Empezó siendo un sonido leve, tan leve que apenas y lo escuchaba. Pero continuó elevándose y no se callaba. Era la Suite no. 1 de Edvard Grieg. Amaba esa Suite pero no recordaba por qué había escogido ese tono pero en ese momento lo estaba lamentado demasiado.
Sentí que José se movía debajo de mí. Intenté alcanzar mi bolsa con la mano, evitando moverme pero no resultó y tuve que cambiarme a mi asiento e hice que José también se despertara.
—Mmhhm...—murmuró Jo, con los ojos cerrados. Intentó retenerme con un brazo pero me zafé y contesté el celular.
—Bueno—susurré.
— ¿Emma? Tienes que venir a la librería... Julia...
—Pero creí que hoy no iba a abrir.
—Lo sé, pero me llamó hace una hora y me dijo que teníamos que estar aquí los dos. Pensé que conmigo bastaría y por eso no te llamé antes pero cuando llegó Julia y no te vio, se negó a decir nada y se encerró en la bodega, así que...
Me quedé unos segundos pensando en lo que decía Ezra. ¿Julia tenía algo que decirnos? ¿A ambos? No me sentía muy bien. Las cervezas que había tomado me habían dejado con mal sabor de boca y me dolía la cabeza. Además tenía que regresar a mi casa con mis papás...
—Eh, ¿es necesario que vaya? Es que yo...
—Emma, ya cuelga—pidió José.
No habló tan alto, casi pudo haber pasado por un susurro, pero el coche estaba en completo en silencio y del otro lado de la línea tampoco había una fiesta.
— ¿Estás ocupada? Puedo decirle a Julia que no puedes venir—dijo Ezra, su voz había dejado el tono amable.
—Iré enseguida, solo dile que me dé unos minutos.
Colgué y me quedé mirando el celular. Aún era muy temprano, no tenía muchas ganas de ir a la librería y probablemente mi familia se preguntaba dónde estaba, pero mi curiosidad sobre lo que iba decirnos Julia les ganó a todas esos problemas.
Desperté a José y le pedí que se moviera al asiento del copiloto para que me dejara manejar a mí. Tardé un poco en que accediera pero lo hizo y llegamos a la librería en menos de cinco minutos, y no, no fue porque manejara rápido sino que al ser 25, las calles estaban vacías. En el camino solo nos encontramos con otros dos carros y me sentí como si estuviera en alguna película post-apocalíptica. Encontré lugar para estacionarme casi frente a la librería y cuando ya había apagado el carro, me bajé. José seguía dormido y no quise despertarlo, además cabía la posibilidad de que Julia no nos dijera nada si él se encontraba presente.
La librería seguía cerrada así que toqué la puerta y unos segundos después, Ezra me abrió. Yo le sonreí pero él no me regresó el gesto. Fruncí el ceño tan solo un momento pero volví a sonreír como si nada. No me encontraba de humor para tratar de descifrar la razón detrás de la reacción de Ezra.
— ¿Y Julia?—le pregunté.
Él se acomodó en uno de los sillones que Julia había puesto recientemente. Decidí hacer lo mismo, solo que yo elegí el de una plaza.
—En la bodega. Ya no tarda.
Pasaron unos minutos y ninguno de los dos habló. Lo cual me venía como anillo al dedo porque no tenía muchas ganas de hablar. Seguramente me veía como me sentía, y horrible se quedaba corto. Los esfuerzos de ayer por la noche no habían durado más que unas cuantas horas, probablemente. Además dormir en un carro no era la mejor de las decisiones; la espalda me dolía y me había torcido el cuello. En cambio Ezra se veía bien. Su cabello estaba mojado y olía a shampoo y a menta. Me sentía mal tan solo al estar a su lado. Yo olía a cerveza y cigarro.
— ¿Entonces fuiste a una fiesta?—preguntó Ezra, terminando con el silencio.
Asentí con la cabeza.
—Y no regresaste a tu casa, me imagino.
No contesté. Era obvio que no venía de mi casa y su tono indicaba que él no estaba contento con este hecho. Me sentía mal por molestarlo o decepcionarlo, y ni siquiera era mi papá. No quería ni imaginarme lo que me esperaba en casa.
—Emma, ¿por qué te quedaste toda lo noche? Tú no eres así.
—Lo sé pero... bebí. No conocía a nadie en la fiesta que pudiera llevarme a casa, y mi hermana no contestó cuando le llamé.
— ¿Y yo?—preguntó—. Podrías haberme llamado y yo te habría recogido.
Volteé a verlo. Claro que él lo habría hecho pero nunca se me ocurrió llamarle y sabía perfectamente la razón: no quería que me viera en el estado mínimo de ebriedad en el que estaba ayer por la noche. Irónicamente, pretendía no decepcionarlo.
—No quería molestarte—mentí.
Por fin la mirada en sus ojos se suavizó y se acercó a mí. En ese momento, dos personas aparecieron: Julia llegó, traía puesto un vestido de verano, a pesar de que afuera estaba a unos cinco grados. Y José. Con la claridad del día pude verlo bien: tenía la playera arrugada, un moretón en la mandíbula y un corte en el labio inferior; todos causados por mí. Sentí que me sonrojaba y al notarlo, José sonrió con suficiencia. Caminó hacia mí y se puso detrás del sillón y saludó a Julia, solo a Julia. Cuánta madurez, pensé, poniendo los ojos en blanco.
—Vaya, José, parece que vienes de...—Julia calló cuando me vio a mí. Seguramente sus pensamientos se estaban dirigiendo a un escenario que casi había tomado lugar hace unas horas dentro del auto.
Ella ya no dijo nada más, simplemente me dirigió una mirada burlona y sacudió ligeramente la cabeza. Me atreví a mirar por el rabillo del ojo a Ezra y sus ojos no se apartaban de José. No sabía muy bien qué quería decir la mirada en sus ojos pero se notaba que no quería estar ahí. Y, sinceramente, yo tampoco ya que la situación había dado un giro un tanto incómodo para mí.
— ¿Tenías algo que decirnos?—pregunté.
Julia sonrió y todo el rostro se le iluminó.
—Sí—dijo.
Esperamos a que continuara pero claro, no lo hizo. Todos nos encontrábamos en silencio, sin tener idea de qué decir porque nosotros no teníamos nada para decir, era Julia la que quería vernos... Bueno, a Ezra y a mí porque José no estaba invitado, aunque a Julia no parecía importarle que estuviera aquí. Ella se acomodó el cabello y al momento que hizo eso, me pareció ver algo, un destello para ser más específica.
Me levanté y sentí que los dos chicos me volteaban a ver. José se movió un poco, sin saber si él tenía que seguirme. Pero no era necesario, yo caminaba hacia Julia. Tomé su mano entre las mías y la miré sin decir nada. Ella tampoco dijo nada pero no era necesario, sus ojos lo decían todo.
— ¿Cuándo?—pregunté.
—La idea es que sea en febrero pero también estamos pensando en marzo—respondió.
— ¿De qué hablan?—preguntó Ezra.
Sentí que se ponía detrás de mí y me imaginé que veía de Julia a mí, intentando averiguar de qué hablábamos.
Yo no era como Julia. No era para nada misteriosa. Era simple y práctica, por lo que me giré hacia él y dije con una gran sonrisa:
—Julia se casa.

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N/A: Canción para Emma y José. Aquí dejo una traducción que encontré:

Ábrete sésamo
-Tenemos lugares a los que ir
Tenemos gente por conocer
-Pongámosles en espera
Hay todo tipo de formas
Que apuesto a que puedes hacer
Cuando quieras escapar
Di la palabra

Bueno sé que quedarse a solas contigo
No es fácil de conseguir
A excepción de ti
Me desagradan todos en la habitación
Y no quiero mentir
Pero no quiero decirte la verdad
Tengo la sensación de que estás en continuo movimiento
Y que probablemente te irás pronto
Así que lo digo

Detén el mundo porque quiero
Bajarme contigo
Detén el mundo porque quiero
Bajarme contigo

Ojos color de
-Agua en el lodo
Polvo de hielo y azúcar
-Descontrolados destellos verdes
Es algo curioso
Que no puedo explicar
¿No sabes que el tren sigue en movimiento?

Detén el mundo porque quiero
Bajarme contigo
Detén el mundo porque quiero
Bajarme contigo

Bueno sé que quedarse a solas contigo
No es fácil de conseguir
Y no quiero mentir
Y no quiero decirte la verdad
Y sé que tenemos lugares a los que ir
Tenemos gente por conocer
Creo que ambos debemos ponerles en espera
Y sé que estás de acuerdo

Detén el mundo porque quiero
Bajarme contigo
Detén el mundo porque quiero
Bajarme contigo

Por favor, déjame olvidarteDove le storie prendono vita. Scoprilo ora