Unos minutos después escucho un sonido sordo contra el piso alfombrado y volteo a ver, es mi computadora ¡Jooooo....!

—Nooo... queridaaaa, no mueraaaasss, te necesitoooo –me levanto de un salto y llego hasta la computadora, sí, lo sé, exagero, pero es que esta cosa tiene cosas muy importantes ahí adentro.

Al día siguiente, no sé como Alex me convenció para recorrer la ciudad en metro, lo que hace uno por las mujeres, al menos estaba feliz tomando fotos por todos lados, pero en serio, pudimos hacer esto desde mi auto. Pero no, ella quería usar el puto metro, tantos gérmenes ahí y yo recién bañado.

Todos estos días David se ha quejado que no usará en mi boda una corbata rosa como le ha dicho Natalie. Pero conociéndolos terminará poniéndosela y llegará con su cara de pocos amigos ese día.

Comienzo a hacer mi trabajo cuando David abre la puerta de mi oficina.

—¡OLIVER! —hace que me estremezca y casi me paraliza el corazón.

—Maldición David. ¿Es que no puedes entrar como una persona normal?

—Ni tú eres normal Oliver. Por cierto, tu suegro está en recepción —lo observo con intriga y frunzo el ceño.

—¿El señor Alexander está aquí? —él asiente.

—¿Llamo para que suba o...

—Yo voy por él —interrumpo, dicho esto me levanto acomodando mi saco y camino hacia la puerta de mi oficina.

Al llegar a recepción, lo observo, ahí está él, sentado sobre uno de los sillones en la sala de espera, tamborilea sus pies sobre la alfombra, la misma manía de Alex cuando está impaciente, hasta en eso se parecen.

—¿Como está señor Alexander? —digo efusivo, una vez que he llegado hasta donde el está. Al verme sonríe ampliamente, se pone de pie y extiende su mano.

—Muy bien, Oliver. ¿Y tú?

—Estupendo. No lo esperaba la verdad. Debió haber llamado, lo hubiese ido a recoger hasta el aeropuerto.

—En serio lo agradezco pero no quise molestar, sé que deben estar muy ocupados. Fui a su casa pero Rosa me dijo que ya se habían venido a trabajar y me dio esta dirección.

—Entiendo, por favor pase —extiendo mi mano para mostrarle el camino a seguir y él se encamina, al llegar al ascensor el entra primero seguido yo de él.

—Este es un buen lugar para trabajar, Oliver —dice, una vez dentro del ascensor, sonrío levemente.

—Así es, cuando quiera mudarse a Nueva York las puertas de esta empresa están abiertas para usted —sonríe, con esa sonrisa bastante igual a la de Alex.

—Consideraré mudarme aquí, en serio.

—Supongo que venía por Alex —afirmo, saliendo del ascensor a sus espaldas.

—Así es. La verdad quiero hablar con ella algo muy importante —eso activa mis alarmas, sólo espero que no tenga que ver con el tema de su salud porque Alex se va a preocupar bastante.

Camino junto a él hasta la oficina de Alex. Cuando escucho una chillona voz bastante emocionada en su oficina, sólo puede ser de Natalie.

—Cuatro meses, Alex, yo ya estuviera volviéndome loca para tener todo listo para ese día. ¿Lo entiendes? ¡Cuatro meses! Ya tengo unas ideas para las invitaciones, los zapatos que vas a usar, que peinado te haré, yo usaré un vestido rosa —yo ya me estoy mareando y esto que no estoy ahí —David llevará una corbata rosa para que combinemos, seremos los mejores padrinos de boda que hayas visto.

Ahora entiendo el trauma de David con las corbatas rosa.

—¡Vaya vaya! Alguien está más emocionada que la novia—–digo, mientras me recuesto sobre el marco de la puerta llevando las manos a mi bolsillo.

Alex sonríe ampliamente al vernos y va hacia donde su padre, ambos se rodean con sus brazos y sonríen, eso es bueno.

—Alexander, no te esperaba ¿Qué haces por aquí?

—Para mí las llamadas telefónicas no son suficiente —afirma, mientras continúan abrazados.

—Señor Alexander, ya también tengo el traje que usted usará y los zapatos, su corbata también será rosa porque todos los decorados serán rosa —ya estoy comenzando a no soportar a Natalie y ese su color rosa.

—¿Cómo que los arreglos serán color rosa? —la observo frunciendo el ceño mientras abrazo a Alex que se ve más que linda con una blusa verde de cuello alto que hace resaltar sus ojos mucho más.

—A mí me gusta el color rosa y a Alex también, y tu corbata también será color rosa –enarco una ceja, esto no puede ser verdad.

—Yo no me pondré nada rosa. Es mi boda, y no pasaré vergüenzas —Natalie se cruza de brazos y me mira desafiante. No me pondré nada rosa y punto. Claro, al menos que Alex me obligue ahí si no tengo de otra.

—Natalie, basta. El día de la boda serás tú quien se desmaye, estoy segura.

—¡Alex! ¿Cómo puedes estar tan tranquila? —se para frente a nosotros observándonos con esos sus grandes ojos castaños —te veré a última hora correr de un lado a otro maldiciendo por todo.

Bueno, en eso si tiene razón. Alex hace todo a última hora.

—Creo que Natalie ya te conoce perfectamente —el señor Alexander sonríe —Bueno, quiero que me des otro paseo en tu motocicleta, mi amor. ¿Te parece? Tenemos que hablar algunas cosas.

¿Motocicleta? Jodida moto mata paz interior.

—Oliver, iré a casa por la motocicleta —Alex sonríe victoriosa, sí, sabe que a mí no me gusta esa idea, maldición.

—Si tienes que terminar de trabajar yo espero, Alexandra —menciona su padre, mientras está tomado de su mano.

—Alex puede salir, no se preocupe señor Carlin, pero eso sí, en la motocicleta no por favor ¿De acuerdo, Alex? —enarco una ceja —tomen mi auto —saco las llaves y se las extiendo, sé que igual irá por la estúpida motocicleta, lo presiento, mejor me pongo a rezar.

Alex no regresó todo el día y cuando llegué estaba acostada, sí, ya sé que lo que tenían por hablar era algo referente a la salud del señor Alexander, pero no preguntaré, nunca lo hago dejo que me cuente cuando se siente lista, siempre lo hace.

Cenamos y charlamos por un buen rato con el señor Alexander, Alex nada que se levanta, ya me estoy comenzando a preocupar. Tengo que llevarle su comida hasta la habitación y ahí está pensativa, viendo hacia la ventana, sin ningún tipo de expresión. No preguntaré, esperaré a que ella me lo cuente. Hago que coma finalmente.

Al día siguiente, vamos juntos a dejar al señor Alexander hasta el aeropuerto, le ofrecí mi jet pero insiste en usar el boleto que ya había comprado. Creo saber a qué se debe.

Luego de esperar que el señor Alexander tomara su avión y se abrazara por unos 10 minutos con Alex, nos vamos hacia la oficina. Alex continúa su mirada perdida y yo quiero saber que fue lo que hablaron.

—¿Estás bien, mi amor? —tengo que preguntar, ella simplemente asiente con una sonrisa ladeada que me indica tristeza, la conozco muy bien.

Casado con mi secretaria © (Borrador de la 1era edición - 2016)Where stories live. Discover now