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Mi madre una vez me contó la historia de dos viajeros:

Eran dos expertos en dejar todo atrás, mirar hacia adelante y nunca arrepentirse de sus elecciones. Una chica con el cabello negro como la noche y un chico con ojos como dos grandes luceros. Un día, los dos viajeros se encuentran. El amor es algo inevitable pero los dos deben continuar camino al día siguiente, así que la noche más estrellada del año, los dos se aman hasta quedar sin respiración. Cuando el sol sale, se despiden con una promesa entre los labios: cada noche con más estrellas, los dos volverán al lugar en que el amor surgió y harán que el amor renazca, como si durmiera todos los días y despertara solo para el otro.

Amaba esa historia de niña y aunque me supiera cada palabra de memoria, siempre me dejaba con una sonrisa y ojos empapados. La emoción, creo.

A los 8 años, el amor no era un concepto que viera todos los días. Así que me lo imaginaba y lo soñaba.

Oh, Jude...que ingenua era.

El amor perfecto no existe. Tuve suficientes pruebas que lo confirman; Sirius fue solo el punto final.

¿Dónde está mi perfecto romance? Mi madre solía decir que cuando encuentras al indicado o a la indicada, todo se vuelve más fácil. El amor te envuelve y se convierte en tu coraza. Entonces ya nada puede hacerte daño.

Tremenda hipocresía.

Por mucho que me hubiese gustado creer en eso de la predestinacion, la vida me es clara demostración de lo contrario.

Así que luego de la pelea con Sirius, no sólo lloraba por la traición. Si no porque al fin había aceptado que la vida no es fácil. Nunca lo ha sido y nunca lo será.

Porque el amor no es simple y raramente te protege.

Porque simplemente, estaba cansada de fingir que podía soportar el peso de siempre demostrar valentía y seguridad.

La gente esperaba muchas cosas de mi. No podía complacerlos a todos porque solo había una forma de hacerlo, y era dejando de complacerme a mí misma. Nunca abandonar la confianza era la única regla que me importaba mantener. 

Porque si yo comenzaba a dudar, ¿quien creería entonces en mí?

Mentiría si dijera algún nombre. Y ya no quiero seguir mintiendo. Ni a mi, ni a nadie.

¿Quieres saber lo que había debajo de esa máscara de frialdad y autosuficiencia?

Había fragilidad; había una niñita débil que nunca ha superado el trauma de ver a su hermano sufriendo. Una pequeña pila de huesos que se dedicaba a, indirectamente, buscar apoyo porque no era capaz de mantenerse firme. Debajo de ese exterior cínico, estaba una parte de Jude que ni yo conocía hasta ese verano:
La chica que se moría por gritar a los cuatro vientos lo rota que estaba. Un conjunto de esperanzas destruidas y falsas creencias, acumuladas a lo largo de los años debajo de la alfombra de satén, por miedo y vergüenza.  Estaba la parte fea de la verdad. Esa que la gente ignora hasta que es demasiado asfixiante como para seguir respirando con normalidad. Esa que se tapa bajo un montón de cosas hermosas hasta que pierde importancia y sólo queda el rastro en nuestra memoria.

Mentir ya se ha integrado entre la sociedad. Puedes verla en cualquier sitio. Donde recae la codicia y el egoísmo, la egolatria y el orgullo, y si no eres persona de suerte, te encontrarás hablándolas hasta en el más puro amor.

Después de todo, sólo somos simples humanos.

...

El viaje a Hogwarts fue especialmente desastroso por muchas razones: las insaciables preguntas de los alumnos acerca de porque no estaba con mis habituales compañeros, el fortuito encuentro con Sirius (del que no se como no acabé en Azkaban) y el incómodo saludo que me dio Marlene, fingiendo que no tenía parte de la culpa de mi furia. En fin, un mismísimo caos.

hurricane; maraudersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora