Tengo un dia bastante ajetreado, reuniones y visitas de varios socios, apenas vi a Alex unas dos veces, estoy conversando con dos socios cuando la puerta de mi oficina se abre y volteamos a ver en esa dirección, lo primero en asomarse es su cabellera rubia y luego poco a poco aparece su rostro, hace eso desde que vino a trabajar para mí.

Se ve tierna.

—Lo siento —enuncia, esbozo una sonrisa al verla, le hago de seña que pase y la presento a mis socios, no me gusta como se le quedan viendo.

—¿Puedo irme a casa? —murmura.

¡Perfecto! Ni siquiera cuestiono el hecho de que quiera irse más temprano, yo necesito más tiempo así que sin pensarla dos veces le entrego las llaves del auto y deposita un tierno beso en mi labios y se retira.

Las cosas que había encargado llegan, las ubico tal y como las había visto en una imagen, visité varias joyerías con David, nada me convencía, hasta que vi uno con una esmeralda en el centro e inmediatamente recordé sus ojos, este será.

Llego a casa y Alex no está en el cuarto, puedo apostar que está en el gimnasio golpeando el saco de boxeo con Natalie. Me encamino hasta allá y escucho unos carcajadas, sí, ahí están, abro la puerta y no están golpeando el saco de boxeo como me imaginé, Alex está sobre Natalie, la tiene aprisionada entre sus piernas y ella tiene la cabeza de Alex debajo de su axila mientras Alex intenta liberarse y tiene el pie de la castaña en un ángulo bastante doloroso ¿Qué es esto? Aún no me acostumbro a esta faceta de Alex, es que es imposible imaginarte a una rubia delicada practicando artes marciales.

—¿Qué están haciendo ustedes dos? —pregunto, observándolas con intriga.

Ambas voltean a ver en mi dirección.

—¿Quieres probar? —pregunta Alex, enarcando una ceja mientras suelta a Natalie de su prisión.

—¿En esa posición? Contigo, por supuesto —me mofo, guiño un ojo y esbozo una sonrisa pícara —Natalie suelta una carcajada y se levanta.

—¿Saben qué? Yo me voy —camina hacia su bolso y luego voltea hacia Alex despidiéndose con un abrazo.


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Nunca, jamás en mi vida, me hubiese imaginado que iba a estar aquí, acomodando mi corbata con mis manos temblorosas para proponerle matrimonio a una mujer, y es que si alguien me hubiese dicho hace unos meses que yo iba a hacer esto lo más seguro es que lo hubiese golpeado y tirado por este ventanal.

—Oye, te luciste Anderson, en serio —volteo a ver a David que está recorriendo mi oficina con sus ojos —¿De dónde sacaste esta idea?

—De Alex —llevo las manos a los bolsillos del pantalón de mi traje negro—ella le dijo a mi madre que así le propuse matrimonio.

—Bueno, si ella no acepta yo sí ¿De acuerdo? —guiña uno de sus ojos.

—Luego te molestas que mi padre nos crea pareja —sonrío, viendo alrededor, ni yo me creo como me quedó esto y lo hice yo solo —¿Sabes si ya vino?

—Bueno, la vi a toda carrera llegar a su oficina hiperventilando.

Río, típico en ella cuando no se viene conmigo, pero yo tenía que venirme más temprano para terminar esto, por suerte no hizo preguntas y siguió durmiendo.

—Bien, dile por favor que venga, hazlo dramático para que se crea lo peor.

David asiente y sale riendo de mi oficina cerrando la puerta a sus espaldas, sólo faltan minutos para que Alex entre por esa puerta a toda prisa. Si me siento nervioso ahora, no me imagino el día que me case de verdad. Espero ese día no desmayarme y pasar vergüenzas.

Casado con mi secretaria © (Borrador de la 1era edición - 2016)Where stories live. Discover now