Capítulo 18

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Estaba de camino a la carpintería, cuando me llamaron. Me giré para ver quien me había llamado, primero no sabía quién era, pero al rato me di cuenta de que era mi hermano. Debía llegar ahora de clase, lo que era muy pronto para que ya estuviera en casa. Me explicó que había salido antes porque el profesor que les daba clase a última hora no había ido.

Juntos nos fuimos para la carpintería, me dijo que él tampoco sabía porque teníamos que ir allí, para irnos a comer algún sitio. No sabía si me estaba mintiendo o es que no sabía nada de lo que iba a pasar.

Al llegar vimos que la puerta estaba cerrada, por lo que nos dirigimos a la puerta del garaje. Al final, la caja la llevaba mi hermano, el pobre vio que no sabía cómo cogerla ya que era bastante grande y se ofreció a llevármela.

También estaba la puerta del garaje cerrada, por lo que como no teníamos llave de ningún de los dos sitios, llamamos al timbre de la carpintería. Estuvimos un minuto esperando y como nadie nos abría decidí volver a llamar. Entonces ya sí que nos abrieron.

- Hola chicos – dijo mi padre, con una sonrisa de oreja a oreja. – Entrad que os estábamos esperando.

- Hola papa – le dije dándole dos besos. - ¿Cómo estás?

- Hola papa – le saludó mi hermano y le dio dos besos, también.

- Bien Rosa, esperando con muchas ganas de que llegaras – me respondió, mirando hacia atrás, supuse que era donde estaban mi madre y mis abuelos.

Nos dirigimos hacia el garaje donde todo estaba a oscuras, no sabía porque estaban con la luz apagada, pero no me daba mucha confianza eso. Por lo que me pegue a mi padre.

- Papa, ¿Por qué esta la luz apagada? – le pregunté, casi cogida de su brazo para no caerme y que no pudiera pasarme nada.

- Porque como vamos al coche con las luces de este ya nos vemos – me dijo.

Cuando llegamos a la entrada del garaje le di para que se abriera la puerta del garaje y así poder al menos ver algo y como teníamos que salir, o eso suponía, que más daba abrirla ahora o después. Cuando ya empezaba a haber un poco más de luz, pude diferenciar unas siluetas, que debían ser mi madre y mis abuelos, y junto a ellos había un objeto muy grande cubierto con una manta de color rojo, muy bonita.

- Hola cariño – me saludo mi madre, muy emocionada. No sabía porque estaba así de emocionada pero no entendía nada de lo que estaba pasando y eso me ponía muy nerviosa. Aun así, me acerqué y le di dos besos, pero no me dio tiempo a acercarme que ella ya estaba delante de mí.

- Hola Rosa – me saludaron mis abuelos, los cuales también se aceraron para darme dos besos.

- ¿No quieres ver que hay allí abajo? - me dijo mi padre, señalando el objeto debajo de la manta.

- Claro que sí que quiero, aunque la manta esa ya me gusta – le dije sonriendo a mi padre, parecía el que tenía más ganas de que viera lo que se escondía debajo de esa manta.

- Pues venga, levanta esa manta y dinos si te gusta – me puso prisa para hacerlo. La verdad es que me estaba muriendo de ganas de ver mi regalo de cumpleaños, lo que no me pensaba que fuera tan grande ni que me lo dieran antes de comer.

Me acerqué y cogí la manta roja por un lado para poder estirarla sin que nada sufriera un incidente por hacerlo de forma muy brusca. La retiré y todos gritaron a la vez "Sorpresa". Cuando vi lo que era no puede evitar llorar. Era la moto de mis sueños una Honda RC213V-S. No sé si ya lo había dicho, pero me he sacado antes el carnet de moto que el de coche, ya que es una afición que comparto con mi padre y él me enseñó a ir con ella, y des de muy pequeña que las he conducido. Pero hubo una temporada que no se podían ni mencionar en casa, pero a partir que empecé a dar el coñazo con que quería sacarme el carnet de moto, todo ha vuelto a ser normal con el tema motociclismo y motos. Incluso mi padre vuelve a ir con su moto muchos fines de semana a dar una vuelta con unos viejos amigos.

Nothing feels like you (Marc Márquez)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora