Y por último, el hecho de que tanto David como Gabriel parecían saber muy bien lo que estaba pasando con Violeta… aunque él no tuviera ni idea; eso sí que le ponía enfermo. Él era su hermano mayor, su única familia, su deber como tal era cuidarla, y simplemente no tenía ni idea de en que estaba metida. Eso debía solucionarse, y cuanto antes mejor.

      Gabriel finalmente terminó la curación, y luego de una despedida bastante extraña, ambos salieron caminando como si nada de la cafetería. Él la sujetaba con fuerza de la mano, para ayudarla, pero no de forma brusca, sino tiernamente, demostrándole que lo tenía a él para cuidarla. En cuanto llegaron al jeep, Daniel le abrió la puerta y la ayudo a subir, una vez que Violeta se sentó y se abrocho su cinturón, él estaba dispuesto a cerrar la puerta, cuando una imagen tras su hermana lo hizo dar un brinco hacia atrás.

      -¿Qué pasó, estás bien?-. Preguntó ella asustada por la reacción.

     -Sí, solo resbale-. Contestó para tranquilizarla. Luego cerró la puerta, y se fue a tomar su lugar.

     Lo que Daniel no le dijo a su hermana, fue que en ese momento, aquello que lo había hecho retroceder, fueron unos brillantes y enigmáticos ojos dorados tras de ella. Lo peor de todo, es que no era la primera vez que tenía esa imagen, y comenzaba a preocuparse que fuera más que una simple alucinación. Al parecer, él también tendría que buscar la opinión de un experto sobre esto, quizás ese tal doctor Borja sería una buena opción.

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     El molesto y continuo ruido de la ambulancia, se detuvo una vez que esta se estaciono frente a un edificio de tres pisos. La morgue. Un par de camilleros bajaron el cuerpo cubierto por una sabana, mientas que el conductor realizaba algunos trámites en la entrada; finalmente, la joven suicida fue recibida por un hombre de algunos cuarenta años; éste le coloco una pequeña etiqueta en su pie,  después la alojo en uno de los tantos cubículos que estaban  sobre una de las paredes como si de casilleros de escuela se tratara, y luego se retiro dejando vacía la habitación… o al menos a su parecer.

     Un extraño circulo se formo en el centro del cuarto, iluminado por llamaradas azules, de entre las cuales Damon salió bostezando. Esperar oculto a que todo esto se despejara le estaba causando cierto aburrimiento, además, el olor a muerte le parecía la cosa más repugnante y nauseabunda, no había nada más asqueroso que el cuerpo de un humano vacio.

      Con cierto fastidio en sus penetrantes ojos azules, camino hasta quedar frente a los casilleros, medito un poco antes de decidirse por uno; ya que con lo aburrido que había estado antes, se distrajo con otra clase de pensamientos mientras guardaban el cuerpo, y ahora no estaba seguro de cual era;  finalmente abrió el penúltimo de la tercera fila a la izquierda.   

     En cuanto el cuerpo quedo liberado, el olor que desprendió le hizo esbozar una sonrisa… ángel, el cuerpo estaba totalmente impregnado al aroma de un ángel; lo cual, tomando en cuenta que su alma se la había llevado un demonio, era completamente imposible.

     Desde el momento en la ambulancia había pasado tras él, el aroma angelical había sofocado el ambiente, atrayéndolo como mosca a la miel; no porque le gustara, sino porque le resultaba totalmente ilógico que ese aroma adornara a un cuerpo que, para sumarle puntos a lo extraño, estaba completamente vacío… no había un alma adentro de tal coraza; lo cual solo podía ser porque un demonio, o bien había hecho un contrato con esa mujer y ya había reclamado su alma; o como en este caso, ella se había suicidado ganándose un boleto todo pagado (sin regreso), con guía incluido, al fascinante parque de diversiones llamado infierno.

      Damon  meditaba a conciencia la situación, ya que de alguna forma, no podía quitarse de la cabeza que todo esto fuera asunto de cierto ángel psicópata que ya conocía; entonces decidió que lo mejor, era preguntarle directamente al demonio que se había encargado de esta alma. Desafortunadamente, con la información de Violeta no iba a poder hacer gran cosa, muchos demonios tomaban la forma de cuervos; así que no le quedaba de otra más que seguir el rastro; porque igual que una bala deja pistas, cuando un demonio toma un alma, deja una impresión en el cuerpo que puede ser rastreable.

ALMA ROBADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora