Capitulo III: Verdadera Esencia

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La noche es avanzada, el silencio invade la oscuridad, en ello un quejar, el sudor corre por la frente, el corazon acelerado hasta la muerte, -¡¿Que esta ocurriendo?!-, es Mariana, su cuerpo se esta debilitando. El desespero ya desborda en su cara como puede emite un grito que alerta al pequeño el cual sin dudar acelera sus pasos a la habitación, al entrar logro observar, parecía que el aliento ya no existía en sus pulmones, -¿Que podría hacer? ¿El momento se había presentado?- En ello Jeremías se apresura al centro de la plaza que se encuentra al doblar la esquina, pero sin querer soltar la mano de madre, sus clamores retumbaban en los sueños de los vecinos, cortaba con las pesadillas de los niños.

Entonces sin titubear una mujer con largos y enrollados cabellos hace vislumbrar su presencia, allí esta ella, la hermosa Daniela, la próxima doctora del lugar , una chica un poco incomprendida, pues se caracterizaba por andar de saltarina en las calles,  pero cuyo futuro y anhelos sobrepasan el entendimiento, -¡¿Que sucede Pequeño?- Pregunta Daniela con cara de asombro, -Mi madre- Responde Jeremías. Ambos corren hacia la desolada casa en medio de los rostros expectantes de aquellos que por simplemente observar decidieron no hacer nada. Ambos llegaron al pie de la cama de Mariana, -¿Ya seria tarde?- Daniela decide enviar al pequeño a la sala, -Espera acá, solo duerme, todo esta bien-, esas palabras aunque querían sonar calmadas, entre sus silabas se escapaba un lamento, -¡¿Esperar?!- preguntaba Jeremías, sentía que ya no valía la pena, sus lagrimas iban en aumento, de repente alguien toca la puerta, ¿Quien podría ser a estas altas horas? El rumor se había expandido, al asomarse por la ventana David pudo reconocer una silueta en medio de la penumbra, era David, ese pequeño que ha venido a ser un refugio en medio de las grandes guerras. A su lado derecho la señora Elizabeth madre del pequeño, mujer fuerte e independiente, estos pequeños no lo sabían pero ella y Mariana tenían una amistad tal como un lazo inquebrantable, y a su lado izquierdo Juan el hermano mayor, el joven lector de la familia.

Al abrir la puerta, Jeremías pudo experimentar algo que rodeo su ser, un abrazo tan fuerte que pensó que cortarían su respiración. -¿Porque nada me calma?- Pensaba Jeremías, cada muestra que recibía parecía que lo atraía a una realidad ocultada.

-¿Allí adentro que ocurriría?-, Todos se preguntarían, las horas transcurrían rápidamente, el sol comenzaba a ondear sus rayos,  todos los chicos sentados anhelando escuchar la manilla de la puerta girar, en ello Juan se sienta frente a Jeremías, el pequeño simplemente ni su cabeza quería levantar, -Jeremías, ¿Confías?-  Pregunta Juan,  Jeremías levanta su vista hacia al joven,  -¿En que me ayudaría?- Pregunta Jeremías, inclinando su cabeza adelante nuevamente.

Un fuerte olor a café ahoga el hogar, es Elizabeth tratando de preparar algo que despierte a los presentes, David cabeceaba al lado de Jeremías, de repente una idea golpea la mente de Juan, el cual se dirige a la cocina, junto a la cafetera un limón, -Jeremías- Dice Juan mientras se acercaba al sillón, -¿Que hace preparando limonada a esta hora?- Se preguntaban. -Así como presionamos en limón y obtenemos el jugo así la vida presiona para obtener lo mejor nosotros, No pierdas lo que eres, ¿Cual es tu Esencia?- Expreso Juan.

¿Acaso podría ser verdad?, -¡¿Que conseguiría con esto?!- Se preguntaba Jeremías, -¿Que caracteriza al que confía Jeremías?- Escucha a David preguntar, cualquiera pensaría que decía entre sueños, -Ya no se que pensar- Responde el Pequeño.

Entonces el sonido tan esperado había al fin retumbado, la puerta de la habitación se estaba abriendo, es Daniela, su heroína,  su cara exhausta no transmitía nada,  la cual se acerca al pequeño, -Ve-, dice Daniela, ese pasillo nunca había sido tan largo sus largas pisadas tomaban su tiempo para presentarse delante de la habitación, al llegar, allí estaba ella con una sonrisa en su rostro, pudo ver otra vez a su niño, se fundieron en un solo abrazo, Jeremías podía escuchar su corazon, aunque mas débil era el de ella, un sonido que lo envolvía y lo arrullaba, -El que confía sabe que al final todo estará bien, Yo lo sabia- Dijo Mariana con una voz tenue pero segura.

-Es cierto- Pensó Jeremías, ahora era claro, en ello entran los presentes, los cuales se regocijan al ver que había sucedido, Jeremías se levanta y abraza a cada uno, -Lo que caracteriza al que confía... Es que no cambia- Responde Jeremías a la pregunta de David, -Sin importar lo fuerte que sea la presión- Añadió. Al observar la situación Jeremías pudo vislumbrar esa pequeña luz en su interior, ese es él, lo fuerte de la vida solo saco lo mejor de su interior, ahora estaban presentes aquellos que verían como se preparaba el mejor jugo, los pilares mas fuertes que han levantado un techo sobre la cabeza del pequeño, ya nada lo cambiaría, su mirada ya nuca decaería, esa es su Verdadera Esencia.

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