Prólogo

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Una mirada en el horizonte, la noche cae suavemente, el viento susurra historias nunca percibidas por ojos mortales. Allí en el pórtico de una solitaria casa yace una mujer de hermoso parecer -¿Que tan hermosa es?- pues sus ojos brillan como las estrellas y su cabello tan negro como el firmamento, me hipnotiza ese lunar que reposa en la esquina derecha de sus labios -¡¿Quien es ella?!- preguntaría cualquiera, su nombre es Mariana, tan frágil y tan fuerte a su vez, en su vientre le espera un regalo que perdurara a su lado por muchos años.

Mientras ella cantaba sus dulces labios pronunciaban palabras que para oídos normales no tendrían ningún sentido, eran para su niño, -Tu lo veras-, una esperanza perdida derramada sobre una nueva vida.

Esa noche los dolores se incrementaban, ya llegaba la hora, todo un acontecimiento. Las lagrimas corrían por sus mejillas, gritaba clamando por alivio. De repente un silencio que ensordecía a quien estuviera presente, de un momento a otro un llanto rompe con el enmudecido silencio de cripta, era el, a quien por tanto había esperado, un niño tan pequeño que apenas podía tomarlo entre sus delicadas manos.

Sus miradas se conectaban, una sonrisa se escapo de sus labios y lagrimas huyeron de sus ojos -Jeremías- Dijo ella -Tu lo veras- Añadió.

Ese día marcaba un antes y un después, un principio y un fin , las tinieblas se habían disipado, la fuente del sufrimiento se había secado, ella entendía que al final la luz le había llegado.

Presencias EternasWhere stories live. Discover now