— No seas mala. — dice la otra riendo.

— No soy mala, Óscar es mío y punto. Si alguien lo toca recibe lo que se merece y ella le ha tocado mucho. — dice y oigo un choque de palmas. Salen del baño.

Estoy segura de que la habitación está dando vueltas. Quiero ir y partirle la cara a esa desgraciada. No sé ni quién es. Respiro hondo. Ha llamado puta a mi mejor amiga, a la que me ha defendido siempre, a la que ahora está en un coma y no puede defenderse sola. Entonces esa ira sale de mí, sale mi ira, toda. Esa que hace tiempo que no salía. No me da tiempo ni a sorprenderme. Salgo disparada del baño y miro a los dos lados del pasillo. No las veo, son tres y me imagino sus caras perfectamente. Me dirijo al exterior empujando las puertas con toda mi fuerza. No me doy cuenta que Tomás está sonriéndome y le aparto bruscamente.

Lo siento Tomás, pienso en mi cabeza. Están de espaldas a mí, riendo. La de en medio es una chica rubia con el pelo ondulado, no hace falta verle la cara, con verle su perfecto culo ya sé que va a ser preciosa.

— ¡Eh tú! — digo chillando con todas mis fuerzas, están lejos de mí. Las tres se giran y la rubia me mira asombrada.

— ¿Yo? — pregunta con inocencia y las otras ríen. Sí, es guapísima, pero va muy maquillada.

— Si, tú, pedazo de idiota. ¿Quién te crees para hablar así de mi mejor amiga? — digo acercándome a ellos hasta quedarme a un metro de ella. Algunas personas nos están mirando. Tomás estaba detrás de mí y no sé si ha huido o sigue allí.

— Oh, ¿Has estado escuchando? — dice y mira a sus amigas. — ¿No te han dicho que escuchar conversaciones ajenas es de maleducadas?

— Es imposible no oír tu voz pedante. — reconozco a una de ellas de mi clase de psicología avanzada.

— ¿Perdona? — dice dando un paso hacia mí y alzando una ceja perfectamente depilada.

— Quiero que retires ahora mismo las palabras hacia Corina. — digo lentamente. — Ahora. — soy consciente de que la gente nos mira.

— ¿Y si no? — dice con una sonrisa perfecta.

— Retíralo. — digo lentamente. Su cara se ilumina de comprensión.

— ¡Oh! ¿Tú eres Elena? ¿La que se ha tirado a Alex? Espero que lo hayas disfrutado, porque Alex es polvo de usar y tirar. No repite. — Oírla hablar de Alex me pone más furiosa. Por motivos muy diferentes a los de Corina.

— Y eso lo sabes porque... — digo alzando una ceja imitando su sonrisa. Su sonrisa se desvanece por un instante.

— Tendría que haberlo supuesto, las dos sois iguales de putas. — dice dándose la vuelta. Tengo ganas de arrancarle las pestañas postizas de una en una. — Deberías estar con tu amiguita, quién sabe lo que le queda de vida, e ir con cuidado, con la línea que llevas quizá acabes como ella. — murmura dándose la vuelta.

Entonces no puedo frenarme, agarro su pelo hasta que la tengo debajo de mí y empiezo a pegar a ciegas, ni siquiera le he dado dos puñetazos flojitos y ya hay alguien que me aparta. Ella chilla como si la estuviese apuñalando. Espero que no sea Tomás porque si es así voy a tener unas serias palabras con él. Lucho para quedarme un rato más quiero destrozarle su bonita cara de muñeca, pero los brazos que me sujetan son fuertes. Me resisto mientras veo que la Barbie se aparta mirándome aterrada, sonrío, y de repente sé quién es que me sujeta. Le puedo sentir. No es Tomás.

— Elena, para. — pide suavemente en mi oído y yo paro de luchar, me tiene firmemente cogida por debajo del pecho en el aire. Me olvido de respirar.

Déjame amarte.Onde as histórias ganham vida. Descobre agora