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Tome mi cabello entre mis delgadas manos y tire con fuerza, gruñí cuando me comenzó a doler, las lagrimas amenazaron con salir, cerré mis ojos con fuerza para retener el llanto. Podía escuchar como mi alma, mi corazón y todo mi interior se rompía. Quería gritar con todas mis fuerzas, hasta que mi garganta se desgarrara. Dolía, me dolía y no podía retenerlo mas.

Mi odio a todo aquellas personas era tan poderoso, pero no se comparaba al dolor que sentía en este momento.

-Finalmente aquí te encuentras. - Comento, mientras habría la puerta de la blanca y vacía pieza en la que me habían encerrado.

- Me siento tan rota... - Solté después de unos segundos de silencio en el que ella se sentaba en una silla. - Yo no era así, yo era tan alegre y valiente, me sentía tan capaz de todo... - Mi mirada se encontraba perdida en los dibujos que hacia el piso de madera. - Y ahora solo soy una patética y asesina mujer que se divierte haciendo miserable al resto. - Solté una carcajada sin gracia y levante el rostro hacia la mujer que se encontraba delante de mi. - ¿Porqué no estas asustada? Soy asesina y estoy loca.

- Pero aun tienes remedio. - Contesto con una pequeña sonrisa.

- ¿Por que dices eso?, yo no...

- Los locos no afirman estarlo - Me interrumpió - ¿A quienes mataste? - Negué, no quería hablar de ello, me pare de la cama para darle la espalda - ¡¿Tienes los ovarios para matar, pero no para recordar?! - Apreté mis manos en puños - Tienes que recordar, si no te pudrirás aquí dentro.

No insistió mas y se marcho. Mire por la ventana, entre los fríos barrotes que me mantenían custodiada. Entre los arboles se alcanzaba a ver un parque donde unas niñas jugaban. La gran cicatriz de mi alma se abrió y la lagrimas se derramaron.

- Solo tengo que acabar con una vida...


La mía.

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