Capítulo 1

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¿Qué regalarle a una princesa en el día de San Valentín?

Era un gran dilema que Max llevaba semanas sin lograr resolver. Lo había consultado con su hermana menor, con su madre e incluso con su amiga de toda la vida, Esmerald. Ninguna había podido darle una respuesta satisfactoria.

Es que el problema radicaba en que la novia de Maximillian era una mujer única, no solo por ser la segunda en la línea de sucesión a la corona de Sourmun, sino porque era la persona más especial que existía sobre la faz de la tierra.

Ese era el primer San Valentín que pasaban juntos como una pareja oficial. Hacía ya varias semanas que los padres de ella y también los medios habían tomado conocimiento de su relación. Era oficial, el mundo entero lo sabía y su vida había cambiado radicalmente.

Los paparazzi de los que alguna vez había protegido a la Reina viuda y a la misma Charlotte ahora lo seguían a él. Su rostro y su vida estaban en todos los periódicos y canales de televisión.

Como el tema de moda en el que se habían convertido, hasta había visto cómo los periodistas especulaban sobre qué le daría él, un simple guardaespaldas, a la princesa que lo tenía todo en el día de los enamorados. Era una tontería, por supuesto, él sabía que la situación que planteaban no era cierta.

Era obvio que él no podría regalarle una joya a la altura de las que Charlie estaba acostumbrada a llevar. No podía permitirse diamantes, ni rubíes o esmeraldas y tampoco le preocupaba.

El regalo perfecto no necesariamente tenía que ser más costoso que su casa, no era lo que ella esperaba.

Solo tenía que encontrar la forma de sorprenderla, de ser romántico y astuto.


***


Llegó al palacio como cada día para tomar su puesto en el centro de operaciones del palacio. Estaba trabajando con tareas mucho más pasivas de las que estaba acostumbrado porque su recuperación y rehabilitación aún no habían terminado luego del daño que le había provocado Emalene.

Se presentó para marcar su llegada y se sentó decidido a comenzar con el papelerío del día. Para lo que él estaba acostumbrado, ese era un trabajo aburrido y tedioso. Lo único bueno era que estaba pasando mucho más tiempo con su padre debido a que se encontraban en la misma oficina.

Dos horas más tardes, cuando ya había acomodado todo y esperaba el cambio de turno de los guardaespaldas de la familia para asentar los turnos en las planillas correspondientes, una joven figura pelirroja abrió la puerta de su oficina y se plantó ante él apoyando las manos en su escritorio y reclinándose hacia adelante observando los papeles que tenía en la mano.

—¿Qué hay de nuevo, cuñado? —Saludó y empezó a dar vueltas por todos los alrededores sin poder estarse quieto—. Mamá me envió a invitarte a cenar con nosotros esta noche. ¿Estás libre?

Un San Valentín en el palacio (Descontrol en la Realeza 3.3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora