V Tan sólo un sueño

306 38 17
                                    



El aire comenzaba a faltarle en sus pulmones y nuevamente se sintió mareada. Era hora de salir de allí. Constanza salió al fin a la superficie casi ahogada, y cuando pudo llegar la orilla de la laguna aún no podía poner su mente en orden. Sólo después de recuperar el aliento y salir completamente del agua pudo reaccionar y recordar lo que había sucedido. Nerviosa miró a su alrededor para ver si sus perseguidores aún estaban allí tras ella, para ver si aún Osvaldo estaba con ella. Y allí pudo percatarse de que todo seguía tal cual, tal cual lo recordaba antes de haber sacado el medallón del fango. ¿Había vuelto a casa o todavía estaba en aquel extraño lugar? No podía saberlo. Sólo el trinar de los pájaros que revoloteaban en las copas de los árboles le hicieron darse cuenta que estaba de regreso en la realidad. Cómo había extrañado el dulce cantar de los pájaros durante toda aquella la tarde. Incluso el lejano graznido de un queltehue le alegró el alma. Pero, qué había sucedido en realidad. ¿En realidad había estado en el mundo de los muertos o sólo había sido un sueño? Lo que había sucedido allí esa tarde era algo imposible. No había explicación lógica a una idea de esas proporciones. ¿Y si en realidad sólo había estado soñando? Constanza recordó haber leído en una revista que cuando no llegaba oxigeno al cerebro, la persona perdía el conocimiento y en muchos casos su inconsciente creaba imágenes y sensaciones extrañas. ¿Fue acaso eso lo que le sucedió a ella? ¿Sólo fue una reacción de su inconsciente cuando se le acabó el aire en el fondo de la laguna? Pues esa era la respuesta más sensata. Pero de todos modos Constanza estaba confundida. Cómo pudo crear algo así, un mundo así, si todo era tan real: la gente, las casas viejas, el parque, Osvaldo...

Osvaldo. ¿Realmente aquel maravilloso hombre existió o era sólo otra creación de su mente, una idealización del hombre que deseaba para siempre? Sí. Todo era producto de su imaginación. De seguro la visita al cementerio fue la responsable de tantas alocadas fantasías. Ya no había más vuelta que darle. Ahora Constanza entendía todo, y de seguro Rodolfo estaría a fuera del cementerio esperándola.

Su reloj, sin embargo, seguía detenido marcando cinco para las cinco. El agua debió haberlo estropeado, pensó. Y así Constanza alzó su perdida mirada hacia el cielo cuando un anciano se le acercó: - ¡Qué le sucedió señorita! ¡Está empapada!

-¡No se preocupe! ¡Sólo me caí al agua!

-¡Debe tener cuidado señorita! ¡Desde que no hay peces en esta laguna, las algas han crecido desmesuradamente y a veces pueden ser peligrosas!- exclamó el anciano- ¡Yo mismo he visto pájaros y guarenes enredados en estas algas! ¡Pudo haberse ahogado!

-¡Sí! ¡Gracias!- respondió Constanza algo desorientada.

-¿Se encuentra bien?

-¡Sí! ¡Sí! ¡No se preocupe! ¡Estoy bien!- exclamó Constanza poniéndose de pie.

-¿Quiere que le ayude? Puedo traerle algo para secarse. Se puede enfermar.

Constanza recordó lo que le había pasado cuando salió por primera vez del agua y le respondió: -¡No se preocupe señor! ¡Me deben estar esperando afuera! ¡Gracias!-. De repente se le ocurrió mirar hacia la casa de la familia Poblete y se sorprendió al ver solamente los cimientos de esta. Luego recordó que antes del extraño incidente, la construcción estaba en ese estado cuando había llegado a aquel lugar. Pero algo le decía que debía preguntar, tenía que salir de su duda.

-¿Qué pasó con la casa de los Poblete?

-¿Perdón?- se disculpó el hombre.

-Allí. La casa en la orilla. Qué pasó con ella.

Memorias de un SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora