Capítulo 8

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—  Sabes que no completaste la misión, por lo tanto, tienes que entregarme tu espada.

Izumi no quería aceptarlo, era lo único que tenía de su padre y ahora iba a perderlo.

— Confía en mi — le extendió la mano sonriendo para generarle confianza.

— Te tenían encerrado y vigilado las 24 horas ¿Por que debería de confiar en ti? — pegó la espada a su pecho.

— porque ahora solo nos tenemos el uno al otro.

Izumi se ruborizó un poco, pero aunque intentaba dudar de el, había algo en su mirada que le inspiraba mucha confianza. La joven sacó la espada de la funda y se la entregó. Mientras que Yuuki sostenía la espada con una mano, deslizó sus dedos sobre la hoja afilada de ella, Izumi mantenía los ojos cerrados porque no quería ver lo que el joven hacia, y después de escuchar algunos ruidos extraños, el habló.

—Todo listo, date la vuelta y extiende tus manos, no vayas a abrir los ojos.

La joven hizo lo que el le había pedido, en sus manos fue colocada con mucho cuidado una nueva arma que desbordaba cierta esencia familiar, pero era muy ligera.

—  Ábrelos — le ordenó.

Poco a poco ella abrió sus ojos aun hinchados por haber llorado y cuando se acostumbró a la luz, pudo ver lo que tenía en sus manos. Aquella arma era una réplica exacta de la espada de su padre, solo que era mucho más ligera que la original.

— No me preguntes cómo lo hice, porque ni yo lo sé, ¿que te parece si la probamos? Izumi asintió mientras se secaba los rastros de lágrimas de su rostro.

Las sombras del atardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora