Mi "tarúpido" problema

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"¡Buen día Doc! La jefe Liliana me dijo que la podía encontrar aquí..."

Definitivamente no pude ver la diferencia entre el quinto sueño y la dura realidad a tiempo, aunque ambas tuvieron algo en común el día de hoy, y eso fue escuchar aquella sensual voz masculina, pero en el quinto sueño (y más allá), esa voz me despierta dulcemente para darme vuelta en la cama y encontrarme con su dueño, envuelto entre las sábanas, contemplándome con esos ojos café claro que me gustan tanto, para acariciar mi cabeza y pasar más al sur. En la dura y cruda realidad, esa voz sensual me despertó dulcemente a cierta distancia, mientras su dueño seguramente miraba la forma particular en la que dormía boca arriba en el sofá del estar de médicos de la Unidad de Cuidados Intensivos del tercer piso, con la boca abierta, adquiriendo una postura poco apropiada para una dama al dormir, y con altísimas probabilidades de tener baba seca adherida a la piel cercana a la boca, sin duda alguna. Me desperté contestándole un "si" muy adormilado para exaltarme al cabo rato de estar en pleno uso de mis cinco sentidos y tratar de recuperar el pudor perdido sentándome en el sofá.

- Disculpa que la despierte, Doc, sé que está de amanecida, pero necesito hablar con usted sobre el paciente de la cama 22.

Solo pude agachar mi cabeza de la vergüenza, en ese momento me hubiese gustado tener una pala para cavar un hoyo y enterrarme allí mismo...

- La Jefe Liliana me pidió que le trajera el café - siguió hablándome.

Yo solo quería tener un espejo al frente, de seguro tenía mi cabello desordenado a pesar de tener un corte Pixie. Además de desear tener la boca limpia...

- No tiene por qué preocuparse, si yo fuera usted, estaría igual - dijo-Sé que dobló turno, pero si no fuese importante, no la hubiese venido a molestar...

Me puso la taza de café en mis manos, casi cometí el error de llevármela a la boca sin agregarle la bolsita de estevia con la que venía acompañada la taza. En ese momento solo me concentré en perderme en la profundidad de su voz, francamente no estaba prestando atención a la gravedad del asunto que lo traía a estar a solas conmigo en la sala de estar de médicos de la Unidad de Cuidados Intensivos del tercer piso, un momento que nunca había tenido con él a solas en los siete meses que llevo laborando en ese hospital. Sus ojos se clavaban en los míos mostrando la necesidad de su demanda con respecto al paciente de la cama 22, pero quise engañarme pensando que yo era la causa de su inquietud mientras no despegaba la boca de la taza de café, pensé tontamente en que me pediría que saliéramos más tarde, cuando él terminara su jornada, y encontrarnos en otro lugar, pero una cosa es que me engañe a mí misma y otra cosa es que me ponga en evidencia, lo único que atiné a decir lo deja satisfecho con su demanda:

- ¿Y usted qué me sugiere, Doctor Peláez? Puedo hacer el cambio y retroalimentar al Doctor Díaz para que esté enterado.

- Y así dejará de temblar - respondió inmediatamente - pues el linezolid está interaccionando con con el fentanilo, provocándole un síndrome de serotonina. Debe firmarme el recibido de la notificación para que la intervención sea oficial.

Y así comenzó el día de hoy para mí, no me esperaba que el flamante jefe de Farmacéuticos y reconocido "tumba-locas" del hospital, el Doctor Máximo Peláez, fuera la primera persona que vería al despertar, aunque llevo meses deseando que así fuera, pero no fue como lo esperaba, solo pasé una gran vergüenza, no hemos tenido ni la primera salida (al menos yo pienso que puede pasar) y ya le quité el encanto, si es que hubo tal cosa en él causada por mí.


****

Su sensual voz resuena en mi cabeza después de varias horas de haber salido del trabajo, ni la ducha fría que me di en casa pudo sacarla de mi mente, aquella voz y su dueño me producen sentimientos contrarios: por un lado, la atracción hacia él hace que me ilusione con ser la mujer de su vida, pero que él aún no ha notado mi cercanía. Mi corazón palpita fuerte al solo recordar a qué huele, o cómo se ve, si hubo algún momento de roce en el ascensor, alguna charla corta en cafetería, o cualquier estupidez similar. Por el otro lado, el terror que me produce el ser parte de su particular "Club de fans" me invade, me aterra convertirme en una de sus "groupies", me da miedo lo que su galantería puede llegar a hacer en mí, llegar a convertirme en uno de sus tan resonados vacilones no es lo que quiero, el hombre no desea tener planes serios para sus relaciones, y por lo que he escuchado, el tipo solo quiere satisfacer sus necesidades. Una de sus compañeras colegas fue su última conquista, y llegó a armarle un escándalo en la salida del hospital porque la dejó. Me pregunto a veces por qué Don Alberto, el Gerente General del Hospital, no lo ha retirado a pesar de esa y de muchas de sus indiscreciones, el hecho de que la chica que le pegó en la recepción para descargar toda la ira contenida hacia él no trabaja allí puede que haya alivianado el asunto, pero yo creo que fue la influencia de Marly, su hija, quien seguramente se encuentra en las mismas que yo, la que ha evitado que salga del Hospital como pepa en guama. Máximo Peláez no es un hombre que le convenga a cualquier mujer que tenga anhelos fuertes de establecerse con una pareja y formar una familia, ¡Y no es que yo ande pescando marido! Pero tampoco ando teniendo vaciloncitos de dos o tres meses, ni mucho menos, amores de una noche, sexo casual, o como lo llamen. Responsabilidad, entrega y compromiso, no son palabras que existan en el vocabulario de Máximo Peláez, pero cuando hablo con él parece que todo lo que he escuchado y visto sobre él fuese una total mentira, y lo peor es que eso es lo que me tiene con este enamoramiento tan estúpido.

Aquello que sentimos sin querer...Where stories live. Discover now