Alucard & Integra

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Seras Victoria había bajado la mirada, estaba celosa y no podía ocultárselo al conde que la veía con mucha atención. Se quedó pensando si era demasiado exigente, de alguna manera su amo había hecho una hermosa excepción para complacerla, la había ido a buscar en el momento en el que más lo necesitaba y le había consolado a su muy extraño estilo, pero aun así se sentía vacía y asustada de saber que volvería con Integra. Deseó decirle que no fuera, que se quedara con ella pero no tuvo el valor. Alucard se acercó más a ella, acortando el espacio que había entre los dos y acarició su rostro haciéndola levantarlo. La besó, la besó intensamente tal como si pensara que esa sería la última vez que la besaría en su vida y ella le correspondió de la misma manera entregándole toda su alma una vez más; sentía que el corazón se le quería salir del pecho, escaparse e irse con él; lo abrazó pero no podía hacerlo tanto como deseaba, descubriendo así que le estorbaba el cuerpo para estar lo suficientemente cerca como para sentirse satisfecha. Entonces supo que los besos solo pertenecían a los seres a los que se amaba, que no tenían un significado si no llegaban a su legítimo dueño y que él, siempre sería su verdadero amor, el dueño de sus besos y de sus suspiros.

- Perdóname - se disculpó de corazón sin poder evitarlo interrumpiendo un poco aquella caricia, uniendo su frente a la suya.

- Ahora estamos a mano, duendecilla - contestó su maestro en un susurro muy ligero y suave, separándose lentamente de ella.

Lo soltó y él se puso de pie, sacudiendo su indumentaria que estaba llena del polvo del jardín:

- Ya no me debes nada - continuó su amo con una sonrisa maléfica y perversa - Ahora si me retiro, y tu deberías apurarte también una vez te sientas mejor, no hay que hacer esperar a nuestro amo, draculina.

El conde caminó hacia adelante y extendió la mano hacia un lado en dirección a la fuente que se encontraba delante de ellos, de pronto el agua y la piedra se congelaron a tal punto que crujieron cediendo ante el frio extremo. Se quedó sorprendida sin saber que decir. La risa estridente de su amo hizo eco en todo, haciéndola pensar que había resonado dentro de sus huesos.

- ¿Estoy dormida Sebastian? - preguntó aun sin saber cómo discernir entre la realidad y la fantasía.

- No señorita, sin embargo - contestó el mayordomo ayudándole a levantarse - si usted me lo pregunta tampoco yo puedo creerlo...

- Me besó - puso sus dedos en sus labios intentando recordar. - ¡Me besó! ¡¿Lo viste?! ¡Me besó!

- Si lo vi, ese hombre está loco por usted pequeña...

- ¡No digas torpezas! Él solo se estaba cobrando el haberme cumplido mi deseo, ¿No lo escuchaste?

- Puede creer lo que deseé creer, yo solo le digo lo que veo, y puedo asegurarle que se distinguir perfectamente a un hombre enamorado.

- Basta - contestó sonriendo, abrazando su cajita. Luego después de un momento de reflexionar lo sucedido preguntó - ¿Cómo fue que me llamó?

- Draculina, señorita...

- Oh si, draculina... por un momento pensé que...

- ¿Sí?

- Olvídalo, creo que me estoy volviendo loca.

En la sala las cosas iban diferentes, Integra se sentía muy nerviosa y su interlocutor no ayudaba mucho. Desde que había llegado Alucard - quien se encontraba sentado en un sillón delante del suyo - había estado actuando más raro que de costumbre; veía hacia el horizonte, sonriéndole a la nada, absorto en sus pensamientos. Quería decirle lo que había esperado tanto tiempo pero no sabía cómo empezar, habían estado en silencio el tiempo suficiente como la atmosfera se volviera pesada.

El Corazón De Un No MuertoWhere stories live. Discover now