Él es un traidor,
él es un estafador.
Él es un sádico malnacido,
él es una maldición que todos hemos visto.
Pero nadie sabe que él solo se venga,
con lo que su padre le hizo de pequeño.
Robando su inocencia,
haciéndolo practicar actos de circos sin referencia.
Nunca entendió por qué le toco vivir tanta tragedia,
es por eso que la mejor solución fue trastornar a sus colegas.
Los encerró, los maltrató;
los dañó y ¡vaya que los castigó!
Cuando siempre ha sido él, el culpable,
el asesino serial más abominable.
El que mató al novio de su hija,
¡el que lo hizo de pura envidia!
Porque le prestaba más atención a ese chico que a él.
¡Demonios! ¡¿Qué más debía hacer?!
¿Llenar sus manos de sangre, otra vez?
¿Obligar a vivir a sus personajes en un putrefacto circo hasta desfallecer?
Su odio intentaba saciar como si sus colegas fueran su padre.
Su odio intentaba saciar como si el león fuese él en versión salvaje.
Su odio intentaba saciar como si él fuese aquel hombre bala,
o titiritero, dañando a quien más odiaba.
A él mismo.
