Capítulo 1

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—¡Aiden, baja a cenar!

Cierro el portátil y ruedo los ojos.

—¡Ya voy! —Le grito de regreso.

Me levanto perezosamente de la cama y me froto la cara con las manos.

Con pasos torpes salgo de la habitación.

Aún no me acostumbro a la nueva casa. Es totalmente diferente a la que teníamos antes. Los pasillos de esta casa eran mucho más anchos, las habitaciones eran mucho más amplias y había un mayor número de estas.

Bajo las escaleras con ayuda del pasamanos y al llegar al pie de la escalera, giro a la derecha para dirigirme al comedor, dónde estaría (seguramente) mi madre.

—Hola —Le digo—. ¿Qué hay de cenar?

—Pizza —Dijo con el semblante serio—.

—¿Por qué esa cara, mamá? —Le pregunto después de sentarme.

—Me temo que tendré que salir de viaje...

—¿Adónde? —Tomo un pedazo de pizza.

—A Portland —Responde, sentándose en la silla frente a mí. Tenía el ceño fruncido. A pesar de tener ese gesto en el rostro, se veía bella. Sus ojos color miel reflejaban algo de preocupación y su cabello estaba atado en una suave coleta de caballo. Sus pobladas cejas aún tenían un poco de maquillaje y el delineado de sus ojos estaba un poco corrido.

—¿Ocurre algo, mamá? —Frunzo el ceño también.

—¿Recuerdas a tu tía Sherlyn? —Pregunta.

—Hm —Trato de recordar—. Sí, ¿fue la tía que me sacó a bailar en la boda de Kristen, cierto?

Afirmó con la cabeza.

—Bueno, ¿qué pasa con ella? —Insisto.

—Falleció ayer en la madrugada.

Dejo de masticar el trozo de pizza y luego trago con dificultad.

¿Cómo puede ser posible?

Ella estaba en una condición perfecta de salud en la boda de mi hermana, se movía alegremente y además, era joven.

—¿Cómo? —Le pregunto.

A pesar de ser una tía que no frecuentábamos, me daba tristeza su pérdida, siempre había sido muy agradable conmigo, era una mujer muy fuerte, salió adelante de una pérdida muy grande; la de su hermano, es decir, mi padre.

—Al parecer fue por causas naturales —Responde—. Pero yo estoy segura de qué hay algo más. Lo sé.

—¿Puedo ir con-

—No, no puedes venir —Interrumpe—. No quiero que vayas. Un funeral es algo muy triste y no quiero impregnarte esa tristeza desde una edad temprana.

—Mamá, eso no tiene sentido, ¿cómo me impregnaré de esa tristeza? Además, tengo diecisiete, mamá. Supongo que soy lo suficientemente grande como para asistir a un velorio.

No Grites ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora