Nunca más

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Contado desde la perspectiva de Damián

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Seguía girando lentamente la cuchara en la sopa que me había servido en el duro tazón de metal. No quería que se enfriara tan rápidamente, no quería dejar de revolver la sopa y ver el espiral que se formaba al medio... no quería comer. Tenía tantas cosas en las que pensar, y sin embargo me daba miedo hacerlo. Tanto miedo...

Tanto miedo como cuando tenía quince años y Álex era todo lo que tenía en ese entonces. Tanto miedo como el día en el que todos comenzaron a hostigarme, a burlarse de mí, preguntándome si es que era la afortunada novia de Álex.

Gran parte de mi existencia consiste en el miedo. Cuando me mudé de colegio apenas podía hablar con mis compañeros de curso, y no fue hasta que entablé conversación con Álex que pude finalmente abrirme un poco. Por lo mismo quizá me emocioné de más y comencé a gastar más tiempo a su lado. Demasiado.

En fin, mis padres pensaron que era gay y expresaron sus preocupaciones abiertamente (a través de una cálida bofetada en el rostro). La gente del colegio comenzó a reírse de mí a mis espaldas, y solamente aquellos que poseían fuerza bruta se adelantaron y me encararon directamente. Pero nunca dejé que Damián se diese cuenta de todo por lo que estaba pasando.

¿Y qué tal si era gay en ese entonces? Nunca había sentido una especial fijación por nadie durante ese período, y por ende nunca había tenido una relación amorosa. Solamente había probado el sexo heterosexual por diversión a los quince, y me había decepcionado por completo al ver que aquello no era lo que andaba buscando. Demás está decir que los cuestionamientos calaron hondo en mí. Y la verdad... hasta ahora lo siguen haciendo.

¿Y qué tal si soy gay?

Dejé caer la cuchara en la sopa, y me arrepentí de inmediato. No quería levantarme a buscar otra cucharada, ni meter mis manos en el líquido caliente (qué horror). Así que me quedé mirando el tazón, esperando que algo más sucediera. Esperando que mi miedo se fuera.

Durante la tarde no había hecho ninguna de las cosas de la casa y solamente había visto la película que debía haber visto con Álex durante la noche anterior. Un escalofrío me recorrió la espalda, definitivamente no quería pensar en ello, en el pequeño problema que estaba tratando de dejar atrás. Ahora, miraba la cartelera del cine por internet, para ver si encontraba una buena película para descargar y mirar luego, y me dispuse a seleccionar el trailer de una película cuando sentí golpes en la puerta. 

No puede ser Álex, no, no tiene las agallas para volver luego de todo lo que pasó. Conociéndole me dejará mi espacio durante un largo tiempo...

Entonces, ¿quién?

Me levanté de la cama y fui arrastrando los pies hacia la puerta. Espié por la pequeña mirilla. Era Isabel.

¡Lo había olvidado por completo! Isabel había quedado en venir otra vez, para poder disfrutar conmigo un momento antes de que mi agenda se volviese demasiado apretada. Y yo con todo desordenado...

—¡Isa! —grité simulando emoción al abrirle la puerta— Lo siento por el desorden, yo...

Se abalanzó encima mío y me acalló con un pequeño beso en los labios. Aún no me acostumbraba a sus besos, porque había vivido por tanto tiempo sin dar uno que ahora no se me antojaban apetecibles. Tampoco sus abrazos.

—No sabes cuánto te extrañé, Damián... —sus mejillas se tiñeron de un rojo intenso, como la vez en la que le pedí ser mi pareja— Sé que nos vimos ayer y todo, pero estar contigo a solas es mil veces mejor que compartirte.

Entre líneas (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora