El corazón de Nathalie

Magsimula sa umpisa
                                    

Nathy se había levantado y, afanosamente, buscaba entre las matas del jardín, tras unos minutos metió algo al bolsillo, y airosamente, tomó a Felipe de la mano y lo llevó hacia la casa de este. Cuidadosamente entro por la puerta de la cocina mientras tarareaba bajito la canción de "misión imposible".

Felipe preocupado por la salud mental de su amiguita decidió seguirle el juego.

— ¿Qué hacemos? — pregunto el niño.

Nathy, sin dejar de tararear, simplemente mostró aquello que llevaba en el bolsillo y como ella esperaba, Felipe no pudo evitar sonreír e incluso, comenzó a tararear con Nathy.

Agazapados en las esquinas y pegados contra la pared para que nana Tina no los viese, llegaron hasta el cuarto de esta, en cuya cama dejaron el precioso cargamento que Nathy llevaba y salieron corriendo mientras tarareaban, esta vez, a los gritos.

La carrera de ambos niños los llevo hasta la cocina de Nathy, donde sus padres tomaban, tranquilos un café, despreocupados ante la idea que los niños se encontraban jugando en el jardín.

— Nathy, ¿Qué hicieron? — pregunto preocupado el general Celastro.

— Nada papi — la pequeña se subió a una silla y de puntillas alcanzó la mejilla de su padre a quien le dio un beso —en serio no hicimos nada.

— Felipe…— la madre de este, sabedora que le iría mejor a ella a la hora de obtener información, y aunque utilizó el tono de "estas en problemas si no hablas"; el niño se embutió en la boca unas galletas que encontró sobre la mesa e indico, con gestos, que no podría hablar pues tenía la boca llena.

No necesitaron, sin embargo, mucho tiempo para descubrir la travesura de los pequeños, una serie de gritos, provenientes de la casa Collins, interrumpieron la tranquilidad del barrio.

Sin pensarlo todos corrieron al lugar de donde estos provenían, los mayores para prestar auxilio, los menores para ver el resultado de su obra: En su cuarto la nana se encontraba subida sobre una pequeña mesita de noche que poseía pues en la cama de esta dormía, tranquila y confortablemente, un pequeño ratón.

— ¡Nathy! — el padre de la pequeña corrió a la cama y tomó el ratón, para posteriormente liberarlo a través de la ventada de cuarto que daba a la calle.

— ¡Sebastián! — la niña corrió hacia la ventana — ¿qué te hizo el pequeño Sebastián para que lo despiertes así? — si bien al niña pretendía reclamarle a su padre, la risa le impedía seguir pretendiendo estar enojada.

En la misma habitación, Felipe básicamente se revolcaba de la risa, mientras su madre, Danna, eficientemente había sacado prácticamente de la nada un estetoscopio y un tensiómetro con los cuales medía los signos vitales de la Nana.

— Nathy, debes disculparte — Creyendo que esta vez su hija había cruzado la línea, Frederick Celastro sonó tan serio como solo pocas veces ocurría.

— Pero, ella…— la pequeña intentó poner su cara de "huérfana abandonada con solo dos días de vida" apelando al corazón de su padre.

— Nathy, en este momento — los gestos de su padre dieron a entender que no retrocedería en aquella decisión.

— Perdón señorita Tina — Soltó tímidamente la niña.

— Y tu Felipe, ¿tienes algo que decir? — Danna miraba amenazadoramente a su hijo.

— Perdón nana Tina— si bien Felipe hablaba seriamente, el niño aún reía por dentro, su pequeña amiga le caía cada vez mejor.

— Está bien niños, no se preocupen, fue solo una travesura — la voz de la nana sonaba simplemente dulce, sin embargo por alguna razón a Nathy no le gustó para nada aquel tono de voz, el cual a la niña le resultaba sumamente fingido.

Nathalie y los Portadores de los ElementosTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon