Capítulo 3: Una espada de leyenda

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Gloriel se encontraba a oscuras, tumbado en la cama de su habitación mirando al techo, sumido en sus pensamientos y preguntándose "¿Por qué fueron atacados?¿Quién era Kilian más allá de un general y qué secretos escondía?¿Cómo reaccionaría Elian tras la muerte de su hija y recibir como nieto a un mestizo?¿Lo aceptaría o lo rechazaría?". Todas estas preguntas se sucedían una tras otra sin una respuesta convincente.

Sentada junto al cuerpo de Elianir, Alania también buscaba, lo que trataba de encontrar era algo que mantuviera la belleza de la mujer intacta. Para ello, leía un libro de la biblioteca privada del señor de Teyuen, cuyas páginas estaban repletas de diversos conjuros. "No puedo permitir que entreguen el cuerpo a su padre pudriéndose, debo encontrar algo que permita llevarla inalterada". Tras un par de horas, consiguió encontrar una fórmula que impediría la descomposición. Se trataba de un hechizo sencillo, pues únicamente necesitaba agua y las palabras "Formlareth" para transformarla en un líquido que protegería a la madre fallecida de la putrefacción y conservaría así su belleza.

Cuando terminó, se encontraba agotada por lo que puso rumbo a la biblioteca para devolver aquel libro. El castillo era enorme y muy hermoso, Alania no se había detenido a observarlo con atención ya que nada más llegar tuvieron que partir en dirección al bosque y a la vuelta en su cabeza solo podía pensar en cómo salvar a Elianir. Las llamas de las velas iluminaban los largos pasillos escoltados a cada lado por muros de piedra grisácea, algo desgastada por el paso del tiempo. Subió las escaleras que la llevaban a la biblioteca y allí había un enorme cuadro con un marco dorado que marcaba los límites de aquella obra de arte, Alania se quedó mirándolo. El cuadro representaba a un elfo de aspecto fiero con una espada en alto a lomos de un caballo blanco. La hechicera agudizó la vista y vio un nombre escrito en aquel acero, Danumóc decía aquella inscripción. Se trataba de una espada perdida, desaparecida junto con su dueño muchos años atrás. Dedujo entonces que se trataba del elfo Aeirond, uno de los más famosos guerreros del Reino Élfico, pues aquella espada fue forjada por él mismo según dicen.

-       Veo que conoces la espada. - dijo una desgastada voz tras ella.

Alania se volvió sobresaltada y vio que se trataba del bibliotecario. Ensimismada contemplando el cuadro no le había oído llegar a su lado. Se recompuso y carraspeó antes de contestar:

-       Sí, he oído hablar de ella y su dueño, el gran Aeirond. - asintió Alania.

-       Supongo entonces que conocerás su historia, ¿no?

-       Conozco la parte de cómo fue forjada y las batallas en las que luchó Aeirond,-  También sé que su desaparición es un completo misterio.- le respondió.

-       Hay quienes conocen cosas sobre los misterios Alania.-el anciano le miró con una leve sonrisa, que desapareció al volver la vista al cuadro. -Déjame que te cuente la historia como yo la conozco.

Cuenta la historia que Aeirond salió de caza una fría mañana de diciembre a las afueras del Reino junto a su joven sobrino, quien le acompañaba como escudero. Generalmente nadie solía salir por la puerta Noroeste, pero Aeirond era valiente y un apasionado de la caza además de algo temerario cuentan los que lo conocieron. Pasaron las horas y en la puerta no se tenían noticias del famoso soldado y su sobrino. Cuando la oscuridad de la noche comenzaba a aparecer volvió el sobrino. Él chico llegó a galope tendido gritando como un loco llegando incluso a asustar a los guardias de la Puerta Noroeste, quiénes estuvieron cerca de matarlo pensando que se trataba de un ataque enemigo. El escudero, agitado como estaba, nada más llegar a la puerta comenzó a relatarles lo sucedido Se encontraban persiguiendo las huellas en la nieve de un ciervo cuando vieron a una mujer inconsciente tendida junto a un árbol. Su señor fue a comprobar si aún respiraba y suspiró cuando observó que lo hacía. De repente abrió los ojos, de un azul incandescente, y clavó su mirada en el escudero. Él, aterrado, presa de un miedo irracional, huyó despavorido sin saber por qué, dejando allí a Aeirond.

El enigma de KilianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora