Capítulo 2: El misterio de Elianir.

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Amanecía en el poblado de Cebenel, lugar en el que se encontraba la pensión de Meile. La empalizada de madera trazaba un hexágono alrededor de la aldea y un gran portón se levantaba en la cara norte. La pequeña y acogedora posada se situaba cerca de esta entrada y era fácilmente reconocible por el naranja que pintaba su fachada y el enorme cartel que daba la bienvenida a los transeúntes. Contaba con tres plantas; la planta baja donde se hallaba la recepción, el comedor y una biblioteca, y en las otras dos plantas estaban las distintas habitaciones. En una de ellas pasaban la noche Elden y Alania.

Los primeros rayos de luz se colaron por la pequeña ventana alumbrando cada rincón de la sala. El sueño de Elden era ligero y un haz de luz penetró entre sus párpados, interrumpiendo sus sueños. Abrió los ojos y se levantó de la cama, retirando la suave sábana de fina tela blanca. Miró a la otra cama y vio a su compañera, quien aún se hallaba sumida en sus sueños. Una vez más, Elden la despertó bruscamente con una palmada muy próxima al oído de su compañera. Ella se despertó sobresaltada y con la mirada de quién no sabe dónde se está, preguntó:

- ¿Qué ocurre?

- Ha amanecido. ¿No lo ves? - respondió riendo Elden.

- Todos los días amanece - le dijo enfadada - y no por eso has de despertarme.

- Pero cada día nos depara algo distinto, venga acompáñame a desayunar gruñona. - dijo entre más risas el joven Elden.

Alania se levantó de la cama y se puso la blusa negra y encima de ella su capa de piel de oso pardo. De cintura para abajo vestía sus pantalones negros y sus altas botas de cuero, aquella vestimenta le daba un aspecto misterioso. Alania tendría unos cien años, pero no podía determinarse por su apariencia pues era una elfa, raza que vivía miles de años y su envejecimiento era un proceso muy lento, es por eso que podían pasar años sin que se viera alterado su aspecto de juventud. Los rubios mechones se ocultaban bajo un sombrero puntiagudo hecho con lana de color gris oscuro.

Bajaron al comedor y en la mesa se encontraron todo tipo de manjares; bollos, embutidos, huevos duros, fruta y leche. Todo aquello lo había preparado cuidadosamente el viejo de Meile, uno de los pocos hombres que habitaban en el Reino Élfico. Meile, muy conocido en aquella provincia, era un humano de baja estatura, pero de gran estómago y se caracterizaba por la enorme barba pelirroja que poblaba su barbilla y cuyas puntas del bigote se escondían tras sus enormes orejas. Se esmeraba por tener satisfechos a sus clientes y su curiosidad por adivinar los motivos de viaje le incitaba a sentarse junto a los viajeros. Meile les preguntó:

- ¿Qué tal habéis pasado la noche?

- Como si hubiera dormido en mi cama. - respondió Alania y señaló a Elden- de no ser por él aún estaría allí.

- Me alegro jóvenes, tengo una pregunta, ¿Os importa que os acompañe mientras desayunáis? - preguntó Meile mientras se acicalaba el bigote y añadió con voz divertida. - Así os cuento sobre mí y os distraigo el desayuno.

Elden y Alania accedieron por cortesía y él comenzó entonces su relato:

"Hace más de diez años que soy el casero, exactamente catorce cuando el anterior dueño murió y me dejó esta pequeña pensión como legado. Aquel propietario era un elfo de edad avanzada cuando le conocí por primera vez y participó en una de las batallas más importantes del reino, donde perdió la pierna derecha. No quiso vivir encamado y se ató una pata de madera de una silla a la rodilla permitiéndole andar. Aunque no pudo volver a la lucha, sí quiso sentirse útil. Es por ello que compró esta casa y la convirtió en un hostal donde recibir viajeros de todas partes. Una de sus ambiciones era conocer todo aquello que le rodeaba y conocer las distintas culturas de Edesia por lo que comenzó a escribir historias del resto de reinos a partir de los relatos de aquellos trotamundos que hicieran parada para reposar en su posada. Al principio escribía para sí mismo y sólo contaba con unos pocos libros con su firma, pero tras muchos años llenó de libros una estancia, la que hoy conocemos como la biblioteca. También encargó diversas copias de obras a las distintas bibliotecas del reino, por lo que aquí hay un tesoro de historias.

El enigma de KilianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora