66. El juicio final

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El corredor es desalojado de inmediato, quedando aquí sólo quienes ordenó Eleanor.

—Baja y dime a la cara lo que hiciste —sisea, glacial, y sin mirar a nadie más que al enmascarado—. ¡SÁCATE ÉSE YELMO DEL ROSTRO! —le exige, temblando.

Sasha suprime una risa y se apoya en una pared mientras el rey Jorge observa todo con presunción. 

Gavrel hace lo que se le pide y arroja su espada al suelo. De la misma forma, usando sus dos manos, se deshace una vez más de su yelmo.

—¡Me mentiste! —declara la reina y me mira venenosa.

Me abrazo a mí misma. Madre, ahora mismo ellos podrían humillarme cuanto quisieran y yo no sería capaz de defenderme.  

Serio y sin decir nada, Gavrel baja de Relámpago y se planta frente a su madre. Primero se miran sin decir nada.

—Malule —dice con voz cansada la reina, señalándome y sin dejar de ver a Gavrel—, Mátala.

Mi corazón se llena de miedo. Voy a morir. Voy a morir dejando a la vista la poca dignidad que me queda. 

Escucho a Malule desenvainar su espada y le veo aproximarse decidido a darme muerte. Gavrel, aún sorprendido por la orden de su madre, recoge su espada y con un movimiento rápido atenaza a Malule por el cuello para después, bajo la mirada incrédula de Eleanor y el resto de nosotros, hincarle la espada en una pierna.

Malule cae de rodillas a un costado mío... desangrándose.  

—¡Y dile a Zandro que él también me las va a pagar! —le grita Gavrel y después se vuelve otra vez hacia Eleanor que está fuera de sí. 

—¿Estás loco?—Ella me señala—. ¡Es una maldita campesina!

Me odia con todo su ser.

—¡Es mía! —le contesta Gavrel.

—¿Se te metió en la cama?

—¡No, yo la llevé a ella!

—¡Y QUÉ! —Eleanor grita tanto que su voz quema y las paredes de la antesala de la Rota tiemblan—. ¡ES UNA PLEBEYA, TÓMALA Y DÉJALA!

—¡ESO DÉJAME DECIDIRLO A MÍ!

No puedo creer que Gavrel esté enfrentando a su madre por mí.

—Pensé que era un capricho —objeta Jorge, interrumpiendo mientras lágrimas empiezan a correr por mis mejillas.

—El problema es que ya se acostó con ella —se burla Sasha— y el capricho sigue y sigue y sigue... 

—Escúchate, Gavrel —la reina, como es su costumbre, ignora a Sasha—. ¡Saboteaste Reginam por una plebeya!

Gavrel suelta una risa seca. —No es la primera vez que Reginam es saboteado, Rosa.

Rosa...

—¡CÁLLATE! —la reina se exaspera aún más—. ¡NADÍE MÁS AQUÍ LO SABE!

—Madre, por favor —Gavrel mira en redondo a todos—, no sólo yo lo sé.

Lo demás permanecen en silencio, sin negar lo que Gavrel ha dicho. 

—¡Yo fui leal a mi reino, cumplí mis votos! —se defiende Eleanor.

—No he dicho que yo no cumpliré los míos, me casaré con Farrah, le daré a Bitania otro heredero y cuando el momento llegue... recibiré la corona.

Cierro mis ojos.

—¿Ah sí? —ríe Eleanor sin humor— ¿Mientras ella está en las mazmorras? 

Crónicas del circo de la muerte: Reginam ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora